Congelados en el Parque Güell

Una de las muchas razones por las que me gusta tanto la música anglosajona es que el idioma me impide entender completamente lo que está diciendo el intérprete. La solución es tan simple como ir a Google para averiguarlo, aunque no lo suelo hacer, porque creo que no siempre debemos saber lo que dicen los músicos. Supongo que las buenas canciones, como las buenas pinturas, están abiertas a la interpretación, y no deberían ser descifradas fácilmente. Tampoco es sencillo adentrarse en la mente de alguien como Gaudí, pero da lo mismo. Basta con saber que fue capaz de convertir en realidad construcciones a priori vistas como imposibles, entre ellas, el asombroso Parque Güell.

Uno de los muchos problemas de vivir una pandemia es que tenemos demasiado tiempo para pensar. Durante el confinamiento, he estado rumiando algunos proyectos realmente ambiciosos: a) comprar la tortilla de patatas del Mercadona para abrirla y meterle gulas y panceta b) aprender a tocar el ukelele solo con desearlo c) abrir una web de contactos para calcetines solteros d) ver todas las obras de Gaudí en Barcelona sin las clásicas estampidas de turistas.

Parque Guell entrada

La primera vez que vi el Parque Güell estaba con el instituto de visita en Barcelona, éramos demasiado jóvenes y nos daba todo igual. Recuerdo que alguien sacó una guitarra y por suerte se arrepintió pronto. Al rato, alguien sacó cervezas y por suerte después sacó algunas más. Pasamos la tarde entre confidencias y bromas, y recuerdo perfectamente pensar que estaba viviendo uno de esos momentos en los que uno querría detener en el tiempo, congelar ese instante de felicidad y envasarlo al vacío en la nevera, para poder volver a él en los días nublados.

Ahora, el parque está a escasos minutos de distancia, y podemos venir a menudo. Sin embargo, antes del Covid, no éramos conscientes de cuanta vida hacíamos fuera de casa. Ya sabéis, coger una mochila, meter algo de comida –véase proyecto ambicioso número 1- e ir a algún parque a practicar uno de nuestros pasatiempos favoritos: no hacer nada. SPOILER: Si no estáis del todo familiarizados con el mundo outdoor, cuidado. Por ahí no suele haber nada simple, tipo «Comprar una mochila para picnic«. Nunca acabas de tener todo el material, ni la indumentaria adecuada para la vida al aire libre. Es una espiral de más y más cosas y más complementos, de submundos que se mezclan, se multiplican y no acaban nunca, hasta que abandonas tu vida social y terminas en la ruina económica. 

Sala Natura Gaudí
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Jardines Güell Barcelona
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Casa Gaudí Barcelona
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Una de las últimas veces que vinimos aquí, mientras una marabunta de gente subía hacia el parque con sus cámaras fotográficas, una turista solitaria que caminaba por Travessera de Dalt se me acercó y me preguntó si el parque era algún lugar famoso. He aquí la autenticidad de una gran parte del turismo del siglo XXI: el valor de los lugares no está en el reconocimiento que se les otorga, sino en la importancia de ser reconocido por otros. 

Ahora mismo, el Parque Güell está prácticamente vacío. Al llegar, murmuré una cita de El Gran Lebowski (creo que era esa parte en la que dicen »¡Cojonudo, tío!») y dimos una vuelta. Esta vez, no hizo falta huir de la muchedumbre. Toda esa locura de autobuses, vendedores ambulantes, colas y palos de selfie ha desaparecido de repente. Hemos pasado de un extremo a otro en un abrir y cerrar de ojos. Ojalá, en el futuro,  la gente que tiene la responsabilidad de tomar decisiones encuentre un equilibrio entre ambas situaciones. Cuando no hay turismo, tenemos un problema, es evidente. Cuando los ciudadanos no pueden disfrutar de su ciudad, también lo tenemos, aunque sigamos empeñados en rebasar los límites de lo que es sostenible.  

Parque Guell bancos
El nuevo Modernismo, con Animal Print
Drac Guell
Aunque no tiene alas, a menudo se ha dicho que este lagarto es en realidad un dragón

Por lo que puedo ver en estos días, si no llevas mascarilla pero tampoco la lleva tu vecino, ocurre lo mismo que en el instituto. Si sacabas una mala nota decías que no había aprobado casi nadie. Si llegabas a casa tarde y algo perjudicado decías que tus amigos habían vuelto a la misma hora y en peor estado que tú. El delito era menor en compañía y el problema era quedarte sin cómplices. Mis padres eran como la Guardia Urbana del Parque Güell: con el mal de muchos caía menos bronca, con el mal de muchos ibas aguantando, con el mal de muchos seguías vendiendo humo. 

Y, como ahora mismo nada va como debería, en este instante no tengo ni idea de qué pasará este verano. Supongo que ahora que regresamos a una normalidad más asequible y a un estilo de vida más aceptable, podremos volver a ser quienes éramos. Si no, vaticino una decadencia precipitada en nuestra prometedora carrera como Grandes Exploradores de la Historia justo a la vuelta de la esquina.

2 comentarios en “Congelados en el Parque Güell

  1. Te confieso que aunque no me gusta Gaudí (Sé que es casi pecado mortal), me gusta el Parque Güell, muy agradable tu relato. Me queda una duda: qué quieres decir cuando hablas de : c) abrir una web de contactos para calcetines solteros

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    1. Ya se sabe, sobre gustos no hay nada escrito. Por ahí hay personas que le echan piña a la pizza, y tenemos que quererlas igual 🙂 En casa tengo un montón de calcetines de los que he perdido la pareja, de ahí lo de intentar abrir un nuevo mercado 🙃

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