Hong Kong, ciudad de replicantes

Así que, teniendo en cuenta dónde estamos y a qué nos atenemos, os daré mis impresiones sobre lo que nos ha parecido hasta ahora la ciudad, realizando un informe sobre el estado actual de las cosas. No es un informe mensual, ya que llevamos menos de una semana desayunando noodles. Y no es una evaluación ni mucho menos seria, porque todavía no hemos alcanzado ese punto en este blog. Llamémoslo un repaso al azar, como un control de alcolhemia, pero sin la consecuencia de, ya sabéis, perder el carnet.

Como para nosotros está siendo un año dedicado a economizar cada euro gastado y a pasar de largo cada vez que vemos una tienda de reliquias bizantinas para coleccionistas, os presentaré este informe tal como lo haría un agente de bolsa:

Star Ferry: al alza. La mejor manera de cruzar de Hong Kong Island al Victoria Harbour. Es conveniente aclarar que si lo pronuncias como esa gente que va por la vida hablando con acento británico, aunque sean de Guatemala, suena muy bonito -oh! Vitouria Herboor, con hache aspirada- pero en realidad es similar en tamaño al puerto de Marín (Pontevedra). Lo que lo hace verdaderamente especial es que tiene una de las mejores vistas de toda Asia. Desde el ferry, en un trayecto de diez minutos -y menos de treinta céntimos- puedes apreciar cómo de vertical es esta ciudad. Los primeros dos días nos pasamos la mayor parte del tiempo mirando embobados hacia arriba.

Peinados de los ’70: luchando por sobrevivir. El clásico corte de melena despuntada tipo Bruce Lee está en vías de extinción. Y como en todo análisis, si algo desciende, algo repunta, y esto es…

El bigote Errol Flynn: subiendo como la espuma. Es obvio que, si el peinado de los años setenta decae, el cuidado personal repunta, y con él, las ventas de maquinillas de afeitar se disparan. Hong Kong es muchas cosas. También una ciudad muy chic. 

Los taxis: necesitan un plan de rescate o unos cuantos Rafas Cabeleiras. Y es que, como en tantas otras grandes ciudades, parece que sobreviven a duras penas. Pero con unos precios tan altos, la dudosa reputación de un gremio poco honesto con el turista y con la creciente competencia (Uber), el final probablemente esté cerca.

Tim Ho Wang: Considerado como el restaurante con Estrella Michelín más barato del mundo, es una inversión rentable, pero no esperéis milagros. Aquí probamos por primera vez la comida tradicional cantonesa, el dim sum, servido habitualmente en cestas de bambú. Vendrían a ser algo así como el equivalente asiático a nuestras añoradas tapas. Y, ¿cómo fue? Pues ni eramos ni somos muy entusiastas con la comida china, la verdad. Ya hemos cumplido con esa cantinela tan recurrente para algunos de »Es que no vais a restaurantes chinos donde comen los chinos». Pues nos hemos venido a China, ni más ni menos, y con o sin estrella, la vida sigue igual.

Hipódromo de Happy Valley: un activo tóxico en potencia. Las carreras de caballos son uno de los pasatiempos favoritos de los locales. Hasta aquí todo bien. Otra cosa es el manido negocio de apuestas que hay tras ellas. No soy muy defensor de las apuestas en los deportes, y no porque sea una persona de firmes convicciones morales, sino porque apostar en los caballos puede ser un entretenimiento que, en el abanico de la prudencia, compita con la construcción de casas de paja si partimos de la base de que son a prueba de lobos.

El alojamiento: bancarrota absoluta. Hasta ahora veníamos pagando por dormir alrededor de diez euros por noche. La mayoría de ocasiones en lugares con agua caliente, bien situados y sobre todo, limpios. En Hong Kong no ha sido ni mucho menos posible. Dos personas pagando menos de veinte euros por noche, olvídalo. Dos personas, agua caliente, bien situado y sobre todo, limpio, pagando menos de treinta, complicado. Aunque algo se puede rascar. Así que, si estas pensando en hacer una búsqueda en Google del tipo »dormir barato en Hong Kong» lo más probable es que desaparezca el botón voy a tener suerte.

Muchas gracias por leernos. Hasta pronto.