Hoi An, Bob Dylan y las novedades

Los seres humanos hemos sido dotados con una lucidez tal que alguno de nuestros antepasados dijo una vez: “¿Ves ese grano de maíz? Caliéntalo y verás cómo explota”. Sin embargo, también somos propensos a incurrir en comportamientos animales, como se puede observar cada vez que dos personas llegan simultáneamente a la última caja libre del supermercado. La semejanza de nuestro cerebro con el de los animales nos causa además otros problemas. Por ejemplo, solemos creer en las leyes de la estática, es decir, en que las cosas se quedarán como están.

Hace unos meses, en Rangún, reparé en un señor de mediana edad que negaba repetidamente con la cabeza mientras se dirigía a la pagoda Shwedagon. ‘’¿Algo va mal?’’ pregunté. ‘’Demasiadas tiendas. Hace diez años esto era otra cosa’’. Según nos contó, Birmania había cambiado mucho desde su última visita, y lo que veía ahora no le estaba convenciendo en absoluto. Como tantos otros viajeros antes que él, estaba siendo víctima de sus propios recuerdos.  

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casco viejo hoi an

luces de hoi an

Y es que, como podría confirmar cualquier víctima de parálisis facial, los cambios no siempre son fáciles de digerir. A Bob Dylan le sacudieron por todas partes cuando decidió dejar a un lado la armónica y poner una Fender Stratocaster en su vida. La audiencia de aquel primer concierto eléctrico, puristas del folk, consideró la novedad ofensiva e inapropiada. El autor de Like a Rolling Stone o Positively 4th street tuvo que abandonar el escenario entre abucheos y tras aquello, tardó casi 40 años en volver a Newport.

Como ya sabéis, estamos de vuelta en Vietnam. Será nuestra última parada antes de dar el salto a esa insignificante aldea llamada China. Durante la planificación de nuestro viaje alrededor del mundo, tuvimos muchísimas dudas y tan solo un puñado de certezas. Una de ellas era que no me pasaría el invierno buscando las zapatillas de andar por casa. Y también que diríamos adiós al sudeste asiático desde la bonita Hoi An.

Mezcla de influencias japonesas, chinas y europeas, vivió sus años de mayor esplendor en el siglo XVI. Debido al auge del comercio y a su estratégica ubicación, se convirtió rápidamente en un puerto marítimo de referencia. Comerciantes de dichas tierras navegaron por estas aguas, trayendo principalmente seda y cerámicas. A cambio, se llevaban sacos de especias, té y azúcar. Reflejo de aquella época, el casco antiguo de Hoi An es una mezcla de arquitectura colonial francesa, pequeñas pagodas y casas de madera unifamiliares, en su mayoría ocupadas por los descendientes de aquellos mercaderes.

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La prosperidad se alejó tan pronto como emergieron rutas de transporte alternativas, y la ciudad fue sumiéndose en un largo estado de decadencia hasta la aparición, muchos años después, de un fenómeno que amenaza con destruirlo todo: el turismo. Hace unos años, cuando vinimos por primera vez, Hoi An se parecía mucho más al Lejano Oriente en el cual Michael Caine se desenvolvía en El Americano Impasible. Un cóctel sorprendente de callejuelas estrechas, moda de color beige, fumaderos de opio y enigmáticos telegramas procedentes de Londres.

Hoy en día, las cosas han cambiado sustancialmente. Llamadnos puristas, pero nos gustaban más como estaban. La ciudad sigue siendo bonita, sí, pero todo se ha multiplicado. Particularmente, la gente. A ciertas horas, intentar pasear por la calle es tan inútil como pitar en un atasco. Aunque todavía existen rincones donde puedes evitar que te atropellen. El mercado es uno de ellos. No pasa un solo día sin que nos dejemos ver en alguno de sus puestos. A pesar de que, probablemente, a este ritmo, dentro de muy poco será tan bonito y tan artificial como La Boquería. Pero de momento todavía se puede saborear deliciosa comida local por un coste ridículo. No deja de parecernos increíble lo que da de sí un presupuesto discreto en estas latitudes.

Y en este punto hemos de hacer un inciso, ya que lo que no ha cambiado, y merece pleitesía, es su cocina. Hoi An sigue siendo una ciudad pequeña a la que le gusta comer a lo grande. En pocos lugares del planeta hemos comido tan bien como aquí. Los mercaderes que trajeron fortuna hace tiempo que se fueron, pero su presencia persiste en la gastronomía de la ciudad. El cao lau es el plato local por excelencia. Un plato de noodles, carne de cerdo y verduras, que se cree que fue heredado de los comerciantes japoneses y chinos. Puedes pedirlo en cualquier lugar, aunque hay quien dice que solo debe hacerse usando agua de un pozo particular en un callejón de las afueras de la ciudad. Esnobismo culinario de alto nivel. Nosotros, de momento, todavía no hilamos tan fino.

puente japonés hoi an

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Bob Dylan regresó finalmente al escenario del crimen, y la misma audiencia -aunque con menos pelo- que le había condenado años atrás, le aclamó como lo que realmente es, una leyenda viva de la música popular. Pero, quizá pensando que aquellos miles de aduladores se estaban comportando como animales disputándose un hueco en la caja del supermercado, Dylan no dijo ni una palabra en todo el concierto. Genio y figura.  

Y por nuestra parte, quien sabe. A lo mejor volvemos a Hoi An en un futuro lejano y aplaudimos con entusiasmo su nueva versión barroca. Nunca se sabe. Pero, hasta que ese día llegue, lo único seguro es que, como el propio Dylan proclamó, los tiempos están cambiando.

7 comentarios en “Hoi An, Bob Dylan y las novedades

  1. Queridos sobrinos !!!! ya estais sobre la mitad del viaje, nos alegramos . javi esa peluquera no se yo , os deseamos un feliz viaje a china, seguir disfrutando de todo , y nosotros desde aquí tambien .un abrazo

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    1. Con mi nuevo corte de pelo paso por vietnamita y ya no tengo que hacer cola para coger el autobús 🙂 Un abrazo!

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  2. Javii pareces un Tom Hanks en Naúfrago! Vaya pelos!! Chicos que envidiaza nos dais! Nos acordamos d vosotros mucho, y os echamos de menos! Barcelona no es lo mismo sin vosotros! Seguid viviendo y experimentando, que queremos anécdotas! Mua muuua

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    1. jajaja! Llevaba sin cortármelo desde Nepal, ahora soy Jackie Chan con bermudas y riñonera 🙂 Nosotros también nos acordamos mucho de vosotros… Y de vuestras barbacoas! Después de meses a base de arroz y fideos se nos cae alguna que otra lagrimilla 🙂 Un abrazo!

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