No llevo casado 25 años básicamente porque, para que eso fuese posible, tendría que haberme comprometido a los 9 años. Y seguro que mis padres no hubiesen dado el visto bueno a la mujer que por aquel entonces ocupaba mis pensamientos: la Princesa Peach del Super Mario Bros.
Sin embargo, cuando me imagino lo que es llevar 25 años casado, pienso en los dilemas, en las decisiones y en las oportunidades. Porque parece que, después de todo ese tiempo, una persona podría verse tentada a empezar de nuevo: porque tal vez no salió como ella quería, porque tal vez podría ser mejor, o porque tal vez cierta secretaria no bromeaba cuando hizo aquel comentario inesperado en el ascensor.
En boca de The Clash: Should I stay or should I go?





Cuba está hoy en día en una posición similar. Ahora mismo, la isla bien podría estar tanteando el terreno, aún sin estar formalmente soltera pero, sin lugar a dudas, dispuesta a hacer vida social.
La opinión generalizada asegura que el país tiene ahora mismo dos opciones encima de la mesa: continuar la relación con un novio canoso (Castro) y confiar en que haya un asesor matrimonial apropiado (pudo ser Obama) que les ayude, o bien, Cuba podría haber dicho basta y sería capaz de pronunciar esas temibles palabras: ‘’Tenemos que hablar’’. El hipotético acercamiento de las relaciones comerciales con Estados Unidos se fue por el retrete desde el mismo instante en el que Trump llegó a la presidencia, pero, a pesar de este retroceso, el incremento de los turistas que llegan a Cuba es ya una realidad, y los cambios son evidentes.
Sin ir más lejos, las calles de la Habana se cerraron por primera vez en la historia para una productora americana, Universal Pictures, mientras rodaba la última entrega de su archiconocida saga ‘’Fast & Furious’’. Aunque no todo fueron malas noticias. Las principales navieras del mundo vuelven a llevar sus buques de crucero a la bahía. Los Rolling Stones dieron un multitudinario e histórico concierto, poniendo así fin a más de 50 años de censura. La isla se pregunta si una mayor apertura hacia el exterior propiciaría una nueva edad de oro turística.






El observador ocasional supondría que esta última es la única opción legítima, al menos desde un punto de vista empresarial. Después de todo, ya que si los precios de los hoteles han subido y el turismo no para de crecer, ¿por qué no terminar con el matrimonio y comenzar una nueva vida con la secretaria? Pues en parte porque a lo mejor someterse a una avalancha de turistas podría no ser el objetivo.
Lo que me gusta imaginar, cuando pienso que llevo 25 años casado, es esto: sinceridad, afecto, entusiasmo. Seguramente la pasión del primer año ya no exista, pero esperemos que haya otra cosa. Algo como la familia. Algo como la amistad. Algo que valga la pena mantener.
En el contexto cubano, esto podría interpretarse como que me estoy declarando a favor del sentimentalismo; que Raúl Castro, el hombre al mando, debería priorizar la lealtad a la búsqueda de beneficios. Pero esta no es la isla de su hermano mayor: los ciudadanos ya no ponen sus vidas en la balanza del socialismo por ninguna revolución sentimental.
De modo que podría ser que la vía más rentable sea la de proponer e idear un turismo sostenible y equilibrado, alimentando entre la población la idea de que llevan las de perder si entregan su patrimonio a los inversores extranjeros, y de que su carácter, su riqueza cultural y su vena artística no pueden estar en venta. Al mismo tiempo, el jefe de estado debería asumir, de una vez por todas, que esa misma ciudadanía que con ingenio, determinación e imaginación, de algún modo, ha mantenido la isla a flote incluso cuando sus edificios se están desmoronando, no puede seguir comprometida con una incuestionable ausencia de libertades civiles o con el creciente deterioro de los servicios públicos.





Es evidente que no sé lo que es llevar casado 25 años. Pero sé que romper un matrimonio para correr detrás de la secretaria es casi siempre una mala idea. Y, bueno, tengo la leve impresión de que conservar lo que está bien, y agarrarse a ello mientras se pueda, podría ser, en cualquier caso, lo mejor que todos podemos esperar.
Nota: Tres días después de escribir esto, Castro dejó definitivamente el poder. En la calle no se hablaba de ello porque, según nuestra anfitriona, »la vida sigue igual, cariño».
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