Buenos Aires, je t’aime

Los franceses tienen una expresión muy oportuna para cuando alguien tiene una idea y se da cuenta de que, de tan obvia, probablemente a muchos ya se les había ocurrido antes: Enforcer une porte ouverte. Eso fue lo que me sucedió cuando se me dio por comparar Buenos Aires con París.

Creo que fue a los once años cuando me enteré de que tenía familia al otro lado del Atlántico. Recuerdo, además de su acento, que, cuando Corina vino a casa, comí pizza por primera vez en mi vida. Por aquel entonces, mi pose cínica y mi actitud rebelde ante la vida todavía no estaban plenamente desarrolladas y el entusiasmo en la mesa era casi generalizado. »¿Tanto jaleo por isto? Unha empanada sin tapa, boh». Si algo le sobraba a mi abuela, era rebeldía y cinismo. Tras aquella vinieron más visitas, incluso una, bastante especial, a Barcelona. »Ahora, te toca a vos» me dijo mi primo Ñuqui. Me di cuenta de que había pasado demasiado tiempo desde entonces cuando me comentó que iba a ser padre. »Voy a dar la vuelta al mundo, con Ángela. Nos vemos en Argentina, al fin» le escribí. »Sos un vende humo espectacular. Vení, dale».

Estación de Retiro

Flor de Buenos Aires

Obras con color

Al llegar al casa de Carmen y Fernando, en La Plata, enfermé. Calefacción, agua caliente, televisión por cable, vino para cenar… Mi cuerpo tenía tan olvidado lo que era la comodidad que me dijo, »¿Sabes qué? Para un poco». Seré breve para explicar cómo de bien fuimos tratados por toda la familia durante el tiempo que pasamos con ellos porque, si me pongo a repartir elogios, necesitaría pedir otra excedencia. Solo diré esto sobre nuestros anfitriones: su generosidad, su elegancia, su entereza ante las adversidades y en general, su manera de ver y entender la vida, son admirables, más allá de otras cualidades. Tantas, que no cabrían en este blog.

Cada trayecto entre La Plata y Capital dura alrededor de una hora en tren. Es el tiempo del cual disponemos para ver a los vendedores ambulantes con el discurso mejor preparado de todo el planeta. La parafernalia que sueltan para vender cada artículo es extraordinaria. Quería comprarlo todo: alfajores, encendedores, coleteros, panchos, rodilleras, chicles, termómetros, fiambreras. Todo puede probarse »sin compromiso» y todo es de »excelente calidad». Día tras día, adquisición tras adquisición, fui un cliente totalmente satisfecho, orgulloso de mi compra. ¿Y para qué necesito una rodillera? Bueno, nunca se sabe. Los gallegos somos así. Aunque no llueva, salimos de casa con paraguas, por lo que pueda pasar.

Y si hablamos de gallegos, que en esta ciudad somos multitud, tenemos que hablar de Anita. Acaba de aterrizar en Buenos Aires y, aunque casi ni ha desecho la maleta, se autodefine como »la peor guía turística del mundo». Y puede que tenga razón, pero es probable que también sea la peor guía turística del mundo con la que mejor te lo puedes pasar. Cada mañana, cuando llega al trabajo, tiene que dar sesenta besos a sus compañeros. Inconvenientes de trabajar en grandes empresas ya que, en Buenos Aires la gente, por norma, se besa mucho, en todas partes. »Nada de ‘¡buenos días!’ y a lo mío, tengo que ir uno a uno, aunque llegue tarde. A la salida suelen ser un poco más tolerantes, y me puedo escaquear», confiesa.

Subte Buenos Aires
No diga Metro, diga Subte
Avenida 9 de Julio
Si al bajar del Subte lo primero que ves es esto, te dicen que estás París y te lo crees

Los argentinos, como los franceses, tienen el don de convertirlo todo en literatura, en su sentido más amplio. ¿Dónde sino los cementerios se convierten en lugares de peregrinación turística? Pues aquí y en París, creo. Y, aunque el grupo humorístico Les Luthiers sostenía que »Lo triste no es ir al cementerio, sino quedarse», no hay manera de que me encuentre cómodo visitando alguno, aunque sea tan bonito como el de La Recoleta.

Aquí descansan algunas de las figuras más grandes de la historia argentina, entre tumbas de estilo gótico, neoclásico y art decò. Llevábamos poco tiempo en la ciudad y se podría decir que estábamos en esos eufóricos e intensos días del primer amor pero, en general, veo los cementerios como esos afters sin música donde es necesario tocar hasta tres veces para que te abran la puerta: si el cuerpo lo permite, me esfumo.

Palermo Soho
Muchas cosas nos resultaban familiares en Buenos Aires, también los taxis, iguales a los de Barcelona

Cementerio Recoleta

Si uno no se enamora de Buenos Aires un domingo cualquiera en el mercado de antigüedades en la plaza Dorrego, conviene operar de urgencia. Fue ahí donde nos vimos en París. No había sido por los restaurantes de alta cocina que no podíamos pagar, ni por los imponentes edificios de estilo francés de Microcentro, ni siquiera porque la dimensión de la Avenida 9 de Julio y la de los Campos Elíseos es similar, sino por el ambiente que se respiraba tanto en la plaza como en el café con el mismo nombre situado en la esquina.

La clase de ambiente que esperas que tiene París cuando te venden París. Ese ideal romántico y bohemio de los felices años veinte, cuando aquello era una fiesta a la que, sospecho, hemos llegado tarde. A nosotros, que nos encanta caminar, nos divertimos recorriendo San Telmo sin prisas ni rumbo fijo, observando atentamente todo lo que vemos, escudriñando cada detalle, tal como hacen los millonarios y los trastornados mentales. Decidid vosotros la etiqueta que mejor encaja con nuestro perfil.

Tango en San Telmo

Antiguedades San Telmo

Restaurante francés Buenos Aires

Mercado de San Telmo

Y si hablamos de caminar, debemos dirigir nuestra atención hacia La Boca, barrio emblemático de la ciudad, donde los negocios más importantes se dedican a las cosas que no se pueden tocar: la iglesia y el fútbol. Ambos dependen exclusivamente de la fe de sus seguidores y aquí, todos los caminos llevan a un solo Dios: Maradona.

Nadie puede negar que las coloridas callejuelas del barrio forman una bonita postal, pero no nos acabó de entusiasmar. Tenemos una teoría: cuando entregas el centro a los turistas, pierdes a los ciudadanos. Da igual que se llame Caminito, La Rambla o Kao San Road. En esos escenarios, no nos sentimos cómodos. Nos resultan tan interesantes como la crónica de una partida de ajedrez en el periódico. Al menos los bares de por aquí siguen teniendo vermut y sifón de toda la vida, hoy por hoy, la única religión que respetamos.

Colectivo argentino

Caminito La Boca

Mafalda La Boca

Pasan las semanas y nuestro nivel de nostalgia en cuanto a la comida está decreciendo espectacularmente: la curva vuelve a ser positiva. Si hay un peso que no se devalúa, sino que aumenta de forma progresiva, ese es el nuestro. Uno de nuestros principales valedores es el Choripan, esa gran aportación argentina a la historia de la humanidad. Buenos Aires posiblemente sea, además, el único lugar del mundo donde se cena más tarde que en España, que ya es decir. ¡Adiós, modales suecos! ¡Adiós, sociedades ejemplares, perfectas y aburridas! ¡Adi…! Bueno, es suficiente, creo que ya me entendéis.

Buenos Aires es una ciudad a la que siempre querremos volver. No sabemos si por las parrilladas à gogo, las cervecerías chic de Palermo, el brocante San Telmo, los paseos matinales con la crème de la crème de Puerto Madero o las galerías art nouveau de la calle Florida. Y la familia, claro. Ojalá podamos regresar pronto. Y si no, ya sabéis, siempre nos quedará París.

5 comentarios en “Buenos Aires, je t’aime

  1. Comparto tu entusiasta experiencia de la ciudad de Buenos Aires. De mi visita, si te apetece, te dejo mis impresiones en dos entregas (es tan grande… que no me cabía en una sola) de cada una de las visitas:
    https://viajarporlosmundos.wordpress.com/2018/08/09/buenos-aires-un-tango-de-corrientes-a-caminito/
    https://viajarporlosmundos.wordpress.com/2018/09/04/buenos-aires-segundo-paso-de-baile-de-un-tango-interminable/
    ¡Salud!

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    1. Gracias por el aporte Julio. Harían falta diez entradas, o más. Buenos Aires en estado puro: el exceso, para lo bueno y para lo malo 🙂

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      1. ¡Sí, así es! Por eso… tendré que volver.

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