Lo que más nos incomodó cuando empezamos a valorar cómo dar la vuelta al mundo fueron las dificultades que tuvimos para decidir qué ruta íbamos a seguir en África. No teníamos nada claro. Ni los países, ni el tiempo, ni el presupuesto. Recopilando información, nos sorprendimos con lo poco que sabíamos sobre este continente. Supongo que dentro de unos años volveremos a sorprendernos con lo poco que sabemos de él ahora mismo.
Y es que, nada de lo que uno sepa de antemano te prepara para viajar por tu cuenta en África.
Nuestra idea inicial consistía en salir de Buenos Aires hacia Estados Unidos y desde allí volar a Sudáfrica y comenzar a subir, al menos, hasta Zambia. Pero, tras comprobar que el hecho de haber visitado Irán hace tres años nos convierte en potenciales terroristas para la administración Trump, no pudimos pisar suelo americano. Nos quedó muy claro que, aunque los americanos dicen ser seres humanos bondadosos y tolerantes que se preocupan por el prójimo, la mayoría prefiere conducir camionetas, ver combates de lucha libre y gritar a los cuatro vientos que son los reyes de la montaña. Si no, no se explica que tengan a un orangután al volante. En fin.




Todo aquello tuvo una inesperada consecuencia positiva: pudimos pasar más tiempo viajando por África. Con el dinero previsto para la gira americana, estuvimos más de dos meses explorando el sur del continente negro. No vamos a decir que disfrutamos de cada instante (a día de hoy, todavía lloro de alegría en los autobuses con aire acondicionado), pero viajar todo ese tiempo y a su vez haber dormido este año en 15 países diferentes nos dio la oportunidad de aprender algo que uno sólo puede aprender cuando está lejos: aprendimos a tener perspectiva.
África siempre tendrá un lugar muy especial en nuestra memoria. Más allá de haber estado tantos días allí, más allá de que nos entusiasmen su gente o su cultura, es un continente con un significado muy especial para nosotros porque sirvió como telón de fondo al final del mejor año de nuestras vidas. Y, al igual que una persona que se ha casado varias veces recuerda de forma más impetuosa su último matrimonio, nuestros recuerdos viajeros más intensos se produjeron en el último lugar que pisamos.



Cuando empezamos a escribir el blog, no teníamos ni idea de cómo sería nuestra relación después de dar la vuelta al mundo. Viajar solos es una aventura y, como en todas las películas del género, entraña dificultades. Reímos, lloramos, entramos en pánico e intentamos sobrevivir de igual manera que lo haría cualquier otra persona que se enfrenta al mundo por primera vez en su vida: lo hicimos como niños. Y para enfrentarnos a nuestros miedos, se nos ocurrió que tal vez sería una buena idea escribir sobre todo aquello.
Lo de viajar sin descanso durante todos estos meses no siempre estuvo tan bien como pueden reflejar unas cuantas fotos o todo el repertorio de chistes malos a los que recurrí ocasionalmente. Pero, gracias a ello, aprendimos muchísimo acerca del mundo y de sus habitantes. También de nosotros mismos. Echando la vista atrás, nos parece alucinante que aquellos veinteañeros que hace un tiempo decidieron compartir su vida, hayan estado caminando por un desierto en La India, durmiendo en un monasterio en las montañas de Birmania, moviéndonos al ritmo del son en la casa de la música de Santiago de Cuba o cruzando en barco el lago navegable más alto del mundo, en Bolivia.




Puede que no lográsemos cumplir todos los deseos que nos propusimos antes de dar la vuelta al mundo. Nunca cantamos bajo la lluvia en Broadway. Nadie nos gritó ¡Good morning, Vietnam! Tampoco vimos la luna en Avellaneda. Ah! Y nos quedamos sin bailar el ‘I like to move it move it’ en África.
Sin embargo, conseguimos algo que probablemente sea mucho mejor que todo eso. Recorrimos el mundo persiguiendo un sueño; pasamos noches enteras en trenes, probamos comidas de nombres imposibles, ascendimos a montañas sagradas y conocimos a muchas personas. Algunas de ellas, con menos carisma que un pan de tres días. Con otras todavía mantenemos el contacto, y probablemente, nos volveremos a ver en un futuro. Pero eso no es lo importante. Lo verdaderamente importante es todo lo que aprendimos por el camino.
Porque sobre todo, gracias a viajar sin parar durante el último año, aprendimos lo que significa ser ciudadanos del mundo. Y aunque solo fuese por esto, ya habrá valido la pena.
K bonito niños !!!!! Un abrazo y a repetir cuando se pueda!!!! Os queremos !!!!
Me gustaLe gusta a 1 persona