¡Carambola a la derecha! ¡carambola a la izquierda! ¡carambola al frente! ¡lucha contra la tormenta! -Raphael de la Guetto-
A veces olvidamos que las cosas podrían no funcionar. En ocasiones esto es positivo porque nos permite desarrollar un modelo de teléfono móvil distinto o una nueva aplicación para móviles o, vale, la mayoría de las veces, cosas que no tienen nada que ver con la telefonía. Pero a veces no es algo tan bueno como cuando, por ejemplo, no obtenemos lo que esperamos.
A no ser que te hayas pasado los últimos diez años viviendo debajo de una roca, habrás oído que Lisboa es la ciudad donde todo el mundo quiere ir. La capital más antigua de Europa Occidental, antes subestimada, corre ahora el riesgo de convertirse en otra víctima de la Disneyficación. Así que para evitar a las masas, quizá lo mejor sea ir en los meses en los que la felicidad se mide por el grosor de los nórdicos, cuando la lluvia acecha y puede dar con nuestros planes al traste.

Nuestra historia personal con Lisboa le subiría el azúcar al mismísimo Paulo Coelho. Y todo a pesar de la lluvia. La gente tiende a pensar que como somos gallegos, hemos debido de crecer bajo una lluvia incontenible, y que por tanto, disfrutamos el mal tiempo mejor que los demás. Eso es absurdo. La lluvia era una obsesión que tenían en la cabeza nuestros padres, que nos cubrían de gorros y anoraks hasta parecer marineros de juguete. Al correr, nos olvidábamos del tiempo con el convencimiento de que la ropa era como beber café, una cosa de mayores. Aunque sí que sabemos aprovechar un día de lluvia sin tener que ir necesariamente de compras.


10:00h Pastéis de nata
Os Pastéis de Belém, como Federer o Mick Jagger, me hacen replantearme la existencia de Dios. Aunque la leyenda dice que nacieron en el monasterio de los Jerónimos, y que solo un puñado de personas conocen la receta secreta (nunca escrita), abundan en toda la ciudad. Y, aunque los puristas defienden que hay probarlos allí donde fueron creados, hay que tener una ligera tendencia al masoquismo al hacer cola durante más de una hora para comer cualquier cosa.

11:00h Línea 28 del tranvía de Lisboa
Lisboa es una capital decididamente escasa de pomposidad. A diferencia de Londres, París o Roma, tiene pocos hitos icónicos: ninguna avenida famosa, ningún arco triunfante, ninguna catedral realmente colosal. Es una ciudad cuyo espíritu proviene más de su atmósfera que de sus fachadas. Pero, tiene un tranvía. Y los tranvías, y muy especialmente este, permiten que circule el oxígeno en días de lluvia.

13:30h Casa da India
Los clásicos de siempre constituyen una mirada sobre el siglo XX. Cajas de plástico con cervezas vacías apiladas en las paredes, servilletas de papel que no limpian, camareros apuntando en pequeñas libretas y más grasa que oxígeno en la atmósfera. Nada de wifi, nada de marcas premium. Lugares que nos dicen quienes somos y hacia dónde vamos. Este, en concreto, antes tienda de ultramarinos, debe su nombre al organismo que regulaba el comercio de bienes en el extranjero, fundamentalmente durante los siglos XV y XVI. Hoy en día, es un lugar donde comer bien, sin pretensiones y en un ambiente tradicional.
En el fondo, los bares de toda la vida me recuerdan a los strippers: se dicen a ellos mismos que lo suyo es algo temporal, hasta que tengan ahorrado el dinero suficiente para afrontar el futuro o renovar el local, pero, antes de que se den cuenta, se hacen adictos a los cumplidos y a las barras de metal.
15:30h Siesta
En mi humilde opinión, has triunfado en la vida si puedes dormir una siesta todos los días. Como no estoy entre los elegidos, cuando viajo intento aprovechar para dormir hasta acabar con el capitalismo.
17:30h Livraría do Simao
Tortilla de la noche anterior para desayunar o los dos grados extra que contiene una botella de Tanqueray. Soy de esos que defienden que las cosas pequeñas hacen la vida grande. Lisboa es muchas cosas. También el hogar de una de las librerías más pequeñas del mundo: Livraria do Simão. ¿Cuantos libros imaginas en un espacio de cuatro metros cuadrados? Esta pequeña tienda se las ingenia para meter alrededor de 4.000 ejemplares.

19:30h Pensao do amor
La entrada a este antiguo burdel reza: “Entre y vea con sus propios ojos”. Todavía están las cortinas de terciopelo, las paredes forradas de tela y las lámparas típicas de nuestras abuelas que os mariñeiros encontraban aquí. No puedes dormir en esta pensión, pero puedes buscar aventuras entre trago y trago, al estilo de la vieja escuela, tal como solía Peter O’Toole incluso cuando no estaba de rodaje: »Lo pasé bien en aquellos tiempos en los que te ibas a tomar una cerveza al bar del barrio en París y te despertabas en Córcega».
En este burdel bar, todavía perduran las divisiones originales de las habitaciones, pero hoy en día se alquilan para distintos proyectos culturales, al estilo de los maravillosos ruin bars de Budapest.
23:00h Tejo Bar
Lisboa está llena de locales donde escuchar el auténtico Fado, la música tradicional y melancólica de Portugal. Cuidado: nada mejor para querer arrancarte la piel a tiras que una densa actuación de este maravilloso arte combinada con un día lluvioso. Si aún así insistes, evita los lugares donde veas a mucha gente que parece sacada de un anuncio de cerveza. El Tejo Bar, nuestro favorito.
PD: Durante tres días en Lisboa no cayó ni gota, y francamente, no lo echamos en falta.
Me ha encantado tu tour lisboeta, más empezando por un pastel de nata. Luchemos todos contra la hipoglucemia!! Buena semana.
Me gustaLe gusta a 1 persona
Hay que lucir tripazo en verano, que no se diga 🙂 Buena semana!
Me gustaMe gusta
¡Ah, Lisboa! ¡Qué buena reseña y cuántos recuerdos…! De mi última estadía en la ciudad del Tajo:
https://viajarporlosmundos.wordpress.com/2018/10/14/lisboa-cinco-dias-de-enero-2012/
¡Me has recordado… que ya tengo que volver! ¡Salud!
Me gustaLe gusta a 1 persona