Jemaa el Fna, la plaza de Marrakech

Desde sus inicios, Billy Wilder fue consciente del poder terapéutico del cine. “Si una película logra que un individuo olvide por dos segundos que ha aparcado mal el coche, que no ha pagado la factura del gas o ha tenido una discusión con su jefe, entonces el cine habrá alcanzado su objetivo”. Eso es también algo que podríamos defender con un viaje, aunque este apenas dure tres días. Por eso nos gustó Marrakech y su plaza Jemaa el Fna, un carnaval a pocas horas de distancia que consigue que tu mundo y sus costumbres parezcan solamente un lejano recuerdo.

Rodeada por casi 10 kilómetros de murallas intactas, Marrakech está salpicada de torres y almenas que dan sombra a un llamativo suelo rojo, que bajo el sol tiene un color melocotón y que, a medida que pasan las horas, va transformándose en carmesí. Mientras caminas por callejuelas laberínticas, te encuentras con verdaderos tesoros arquitectónicos. Puede que resulte un tanto caótica y ruidosa, pero me gusta su personalidad.

Tuk tuk ride
En esta casa somos incondicionales de esa genialidad llamada Tuk Tuk

Marruecos palacio

Callejuelas medina Marrakech

La plaza Jemaa el Fna (antes asamblea de los muertos) es el centro de la vida de Marrakech. Llegamos hasta ella atraídos por los aromas y el bullicio en este enorme mercado en el corazón de la Medina. Es una fiesta para los sentidos; los olores de las especias, el sonido de los tambores, las llamadas a la oración. Un enorme espacio rectangular donde cohabitan encantadores de serpientes, artistas de la henna, vendedores de alfombras o dentistas, todos ellos reclamando tu atención. (ALERTA SPOILER: todos están vigilando incesantemente los flashes de las cámaras. Si quieres una foto, tienes que pagarla. Una costumbre tan de estos tiempos, muy extendida en lugares como La India, en la cual no somos partidarios de participar. Si nos dan permiso, perfecto, si no, se queda en nuestra memoria).

Así que los malabaristas pelean por un sitio con los magos, los bailarines tocan los timbales, los narradores de cuentos alzan la voz y los curanderos tienen el remedio para cualquier enfermedad. Hay tantos estímulos que parece una fiesta en casa de Freddy Mercury; un lugar donde puedes vestir bufandas estampadas de cachemir y calzar babuchas sin parecer un influencer. Si esperas hasta el atardecer, la atmósfera carnavalesca continua, y crece más si cabe cuando cae la noche.

El día y al noche son la marca registrada de este circo; el cielo y el infierno. Hippies y delincuentes. Crápulas e intelectuales. Es un universo construido a base de dicotomías. La luz y la oscuridad se apoderan de esta ciudad, que sobrevive a orillas del desierto. En la penumbra, tienes la sensación de que todo puede ocurrir, y de que a lo largo de los años, siempre ha sido así.

A sus anchas, las personas van formando círculos alrededor de los que tienen algo que ofrecer, esto es un juicio popular: si la actuación decae, no se atrae la suficiente atención o las historias dejan de captar miradas, la multitud sigue adelante. Lo cual, honestamente, no deja de sorprenderme. Tengo la impresión de que vivimos rodeados de tantos estímulos que nos volvemos tuertos a las cosas más inverosímiles que uno pueda imaginar. Al menos, a aquellas que suceden en un espacio público.

Jemaa el fna Marrakech
La plaza Jemaa el Fna, un día cualquiera 

Jemaa el fna Marruecos

Plaza jemaa el Fna Marrakech

Marrakech plaza

Dado que esta era nuestra primera visita a Marrakech, cualquiera podría pensar que alguien con nuestro refinamiento cultural aprovecharía para visitar algún museo. Sin embargo, decidimos hacer un homenaje a nuestra idiosincrasia y dedicamos bastante tiempo a una de las grandes tradiciones occidentales: ir de compras. Al menos nuestro arrebato consumista tuvo un aspecto instructivo, porque nos encaminamos hacia el famoso Zoco. La formalidad comercial varía entre las tiendas que aceptan tarjeta y los lugareños apoyados en una esquina que mascullan »¿Tú quieres alfombras? Ven conmigo»

El mayor inconveniente es el trazado laberíntico (no hace falta explicar por qué) que puede hacer que estés un buen rato tratando de encontrar alguna de las salidas. Además, por mucho tiempo que pasemos en mercadillos, a Ángela se le pone un nudo en el estómago cada vez que le preguntan »¿Cuanto estás dispuesta a pagar?». Y aquí en Marruecos, el regateo parece ser el deporte nacional. Y aunque en su día ya hablamos de cómo ser infalible en este arte, siempre supone un reto a tu pericia y sobre todo, a tu paciencia.

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Plaza jemaa el Fna

Mercado Marruecos
Turistas suicidas, mercaderes en alerta para atracar 

No podíamos permitirnos volver a casa sin sentir que al menos habíamos subido un nivel en regateo, justo por encima del «atracados a pleno sol«, pero todavía muy lejos del «los mercaderes cambian de acera cuando te ven llegar«. Lo que tenemos claro es que al menos hay que rebajar el precio tres veces antes de cerrar el trato. Fue una pena tener que enfrentarnos con los algunos de los mejores estafadores del planeta para poder comprobarlo.

Localizamos algún recuerdo interesante (aunque no estoy convencido de que se pueda decir esto de un portavelas) y fuimos a por todas. Ambos decíamos nuestros mejores precios en voz alta, turnándonos para fingir indignación por la cifra ofrecida, pero no me cabe duda de que nos la jugaron. En la plaza de Jemaa el Fna, en Marrakech, a oscuras, la luz de las velas parece imprescindible para la vida humana, y acabas por sobrevalorar cualquier cosa. Es el síndrome IKEA. Todos sabemos que no se vuelve de alguna de sus tiendas sin un paquete de velas, de esas que ya tienes en casa sin usar, pero es el peaje que has de pagar para poder salir. En Marruecos ocurre lo mismo con los portavelas. 

Por la noche, había celebraciones rutilantes en la plaza, pero era difícil saber si se trataba de una boda o un funeral. Tal vez así sea Marrakech: viva o muerta, el carnaval debe continuar.

5 comentarios en “Jemaa el Fna, la plaza de Marrakech

  1. A mí está plaza me parece el sitio más divertido del mundo, en el que todo puede pasar. Pese a mí bagaje microbiológico no me importó cenar allí una de las noches y lo disfruté un montón. Seguro que ese magnífico portavelas ha encontrado un sitio presidencial en vuestra casa y vuestras vidas. Regatear no volvera a ser lo mismo. Un abrazo.

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    1. Es un circo total, de los sitios más extraños que vi nunca, afters a parte 🙂 El portavelas… Bueno, cada vez que lo utilizo miro al tendido y guardo un minuto de silencio por el sudor derramado. Espero que aguante al menos un par de inviernos 🙂 Un abrazo!

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  2. Hace ya muchos años de mi visita a Marrakech, pero veo que la magia de la ciudad sigue intacta… alojados en el hotel de la plaza Djemaa el Fna con toda su vitalidad y colorido.

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    1. La pregunta Julio es, ¿dónde no has estado tú? El mundo se te queda pequeño 🙂

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