De adolescente solía preguntarme de qué planeta venía la gente que baila en las bodas, que come pizza hawaiana, que va a playa y no se baña, que compra discos de Chayanne, que estudia para ser Guardia Civil o que piensa que se puede salir a la calle con pantalones de campana. Luego creces y te das cuenta de que empiezan a aflorar dentro de tu propia pandilla, y los tienes que querer igual. Uno se ve muy especial durante la adolescencia, cuando cree que sabe todas las respuestas, pero ni siquiera conoce las preguntas.
Cuando llevo unas semanas sin viajar, cuando no tengo gran cosa que aportar, escribo de lo que siento. Y últimamente lo que siento es África, un lugar donde importan las cosas sencillas, pero donde la vida es extremadamente compleja. Viajar por África requiere, sobre todo, paciencia. Primero te seduce, pero luego desgasta sobremanera. Después de la borrachera inicial, viene la gran resaca. Uno viaja a África cargado de certezas y cuando llega allí se da cuenta de que sigue siendo un adolescente: no tiene ni idea de nada. La propia experiencia de viajar por tu cuenta te despoja de todo: de prejuicios, de verdades absolutas, de prisas.





Y aunque escribir sobre ello ni va a conseguir que esté allí ni me va a mover de Barcelona, me ayuda en cierta manera. Kant dijo que para vivir necesitamos alimentarnos de ilusiones (no es que yo haya leído a Kant, lo sé porque lo dice Kate Winslet en una película de Sam Mendes). Y hay ilusiones a las que uno nunca renuncia para siempre. Nunca se es lo bastante viejo para tener un grupo de rock, para hacer saltar la banca del Bellagio, para meter la canasta ganadora en las finales de la NBA o para recorrer toda África de norte a sur.
Esto, a la par que alentador, encierra un mensaje peligroso. Uno que a día de hoy encontramos hasta en las servilletas del bar Pietro: no te rindas nunca; si tienes un sueño, ve a por él. Un arma de doble filo, según se mire. Mariano Rajoy soñaba con ser presidente de España. Fran Perea soñaba con triunfar en la música. Ben Aflleck soñaba con ser Batman. Rajoy, Perea y Affleck tenían un sueño y lo persiguieron, pero estaremos de acuerdo en que el mundo sería un lugar mucho mejor si hubiesen desistido en algún momento.
Soñar con África lleva implícito un cierto espíritu de aventura. Es un lugar primitivo, con todo lo bueno y lo malo que eso conlleva. En occidente, la mayoría de nuestros problemas nacen de una tendencia suicida a complicarnos la vida. Creo que nos complicamos la vida a lo tonto, que no sabemos decir no, que decimos sí demasiado rápido. Me pasó hace unas semanas en las fiestas dels foguerons del barri, cuando acepté terminar la noche en un conocido karaoke de Gràcia destrozando grandes clásicos. Ocurre con estas cosas que te arrepientes de decir que sí, que es demasiado lío y demasiado alcohol, pero después de hacerlas te sientes mejor, sobre todo por no dejar colgados a tu amigos.





A un viaje y a los amigos, como a casi todo, te puedes acercar de dos maneras: con el corazón o con la razón. La primera es la que nos define. La emoción en un viaje y en la amistad siempre por encima de la lógica. Porque tus amigos son tus amigos: rara vez tus amistades lo son por su sensatez. Lo son porque te entienden, porque te ríes de las mismas tonterías, porque te ayudan a esconder un cadáver sin hacer preguntas, porque te identificas de alguna manera.
Y del mismo modo, a veces un destino conecta con nosotros sin ser afín, a veces ni tan siquiera acogedor, pero nos emociona más que otro cualquiera. Nuestro viaje favorito no es siempre un viaje cómodo, pero sentimos que es ese y no otro el que nos trae los mejores recuerdos. Porque el lugar en el que mejor te encuentras no siempre es el más seguro. Porque la vida no es tan fácil, porque para tener las respuestas, no basta con conocer las preguntas.
Qué bueno. Sobre todo esta frase “Nuestro viaje favorito no es siempre un viaje cómodo, pero sentimos que es ese y no otro”, que se puede aplicar perfectamente a la vida… 🙂
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Gracias! A mí me pasa con todo, incluso con la música que me llevaría a una isla desierta 🙂 Un abrazo!
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Pues yo estoy contigo, viajar con el corazón, con el corazón., Y si toca dormir debajo de un puente pues algo interesante para contar a tu familia y amigos..me ha encantado tu entrada, sigue escribiendo….un beso.
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Gracias Horacio! 🙂 Corazón y buenos alimentos siempre. Un abrazo!
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