No fumar. Besar a June. No besar a nadie más. Toser. Preocuparse. Ir a ver a mamá. Practicar piano. No escribir notas. Son apuntes de una lista de tareas de Johnny Cash, que nos dicen más acerca de su personalidad que muchas de sus canciones. «La gente se siente atraída por las listas porque vivimos en una era de sobreestimulación, especialmente en términos de información», afirma David Wallechinsky, coautor del reconocido ‘Libro de Listas’. Otra voz autorizada, Umberto Eco, se preguntaba: ¿de qué forma, como simples seres humanos, imponemos un orden cuando miramos hacia el infinito? »Lo hacemos, a través de listas».
Y es que ni en las peores circunstancias dejamos de elaborar listas. El nombre de Bill era el último de una relación de personas destinadas a morir violentamente a manos de Beatrix Kiddo. Por su parte, Rob Gordon, protagonista de la novela de Nick Hornby ‘Alta Fidelidad’, confeccionaba una lista de cinco rupturas memorables, en riguroso orden cronológico. Incluso Heath Ledger hizo una lista con cosas que harían reír a un perturbado como el Joker. No cabe duda de que se están volviendo más populares a medida que las personas buscan formas significativas de invertir su tiempo, energía y dinero.



Por eso no es de extrañar que las listas relacionadas con los viajes sean ahora tan comunes. Son la forma perfecta para que los urbanitas ávidos de novedades se embarquen en lecturas sencillas dentro de una época obsesionada con la inmediatez. Las listas son cuantificables e implacablemente optimistas. La búsqueda de significado para nuestra vida puede reducirse a una simple estructura: »nacer un miércoles», »merendar donuts», »disfrazarte de pirata», «aprender a tocar el piano», »viajar a París», »formar una familia», »ir tirando».
Gary Marcus, profesor de psicología en la Universidad de Nueva York, afirma que las personas son más felices cuando avanzan hacia unos objetivos definidos, pero sostiene que aquellas que establecen objetivos irrazonables caminan hacia el estrés. «La evolución nos otorgó una zanahoria (felicidad) y un palo (ansiedad)», explicó. «Nos sentimos felices cuando avanzamos hacia nuestros objetivos, ansiosos cuando no lo hacemos».
De mi nevera cuelga por ejemplo, a modo de tweet fijado, una lista de la compra que dejó mi primo hará unos ocho años. Dice: tónicas, ginebra, gominolas, phoskitos, tigretones… Productos de primera necesidad. No volverá más ese día, es algo que pienso de vez en cuando, sin dramas, pero con cierta morriña.




El caso es que adoramos hacer listas, lo hacemos continuamente, es necesario. Lista de deseos de Amazon. Lista de canciones que sonarán en mi próximo cumpleaños. Lista de ingredientes necesarios para cocinar una nueva receta. Pero de un tiempo a esta parte, tengo la impresión de que existe una creciente saturación de listas de viajes, las cuales además no le dicen a su autor lo que es importante para él, sino que están destinadas a decírnoslo a nosotros, los lectores. 10 cosas que ver en Trinidad, 20 cosas que hacer en La Valeta, 8 restaurantes dónde comer en Lisboa. Así, una gran parte de la información relacionada con viajar que encontramos en Google.
Hacer una lista nos permite concentrarnos en tareas realmente grandes, pero una lista solo es útil si revela una verdad o conduce a una acción. Hace unos días, me sorprendí a mí mismo anotando las distintas gamas de azules que podrían encajar en nuestra nueva habitación de perfil nórdico. En momentos así la bebida me parece una opción muy respetable. Pero leemos listas para no estrujarnos el cerebro, para no tener que ir a todos esos restaurantes de Lisboa, ni a esos palacios de La Valeta, ni a esos rincones de Trinidad. Las leemos para recordar lo mucho que dejaremos de hacer. Las leemos porque vivimos a toda prisa y se imponen los atajos, lo cual convierte a la recopilación en el nuevo porno: hemos visto tantas y de todos los tamaños que ya nada nos puede sorprender.



Aunque sin embargo, viaje tras viaje, no salimos del bucle. Un viaje es fundamentalmente ilusión, porque a menudo no es tanto la realidad sino lo que queremos que sea. Por eso viajar es de presente abundante y futuro inagotable. Primero, porque el mundo te espera por mucho que renuncies a veces a él, porque al final siempre acabas volviendo.
Y sobre todo, porque da vértigo envejecer, pero la ingenuidad y la ilusión las dejamos a buen recaudo en la maleta, al margen de todo. Y aunque uno se sienta resacoso sin motivo, aunque uno se vaya lastrando paulatinamente con el tiempo, cada viaje continúa siendo alentador, y cada lista es una ventana abierta a la posibilidad de lo memorable.
Lista de blogs para seguir imaginando viajes posibles: 3 perdiendo el norte.
Un beso con mascarilla.
Me gustaLe gusta a 1 persona
Gracias Horacio! 😁 La única vez que fui tercero en algo la noche acabó realmente mal 🙃 Un abrazo!
Me gustaLe gusta a 1 persona
Alguna lista hay que hacer en la vida y en los viajes, pero hay que dejar hueco para disfrutar de un atardecer, de las personas que te encuentras, de perderte por un mercadillo, de una charla con un amigo…
Me gustaMe gusta
Ese sería el comienzo de una lista de cosas por las cuales merece la pena vivir 🙂 Añadiría David Bowie, el tiramisú y los primeros episodios de La hora chanante 🙂
Me gustaLe gusta a 1 persona