Udaipur y el dulce sabor de La India

John Lambie fue un entrenador escocés que hizo carrera en el Partick Thistle. Un día, un delantero de su equipo, sufrió un golpe fortuito con un rival. Los médicos se llevaron al futbolista, y desde la banda, le dijeron a Lambie que su delantero estaba tan aturdido por el choque que ni sabía quién era. Lambie contestó: »¡Perfecto! Dile que es Pelé y que se ponga en el centro del campo». Mi abuelo solía recurrir a historias así para explicarme que siempre hay que tener confianza en uno mismo, proponga lo que se proponga. Esto resulta muy útil para viajar por La India, donde se tiene por costumbre decirte a todo que sí, y luego resulta que no.

De este modo, descubres sobre la marcha que, por ejemplo, tu autobús no llega a la ciudad de Udaipur, como te prometieron, sino que te deja a unos pocos kilómetros de distancia. Al bajar del mismo, solo había un conductor de tuk tuk que nos pudiese acercar, con lo era evidente que se estaba frotando las manos. Su precio fue tan desorbitado que ni quisimos negociar con él, ni siquiera cuando al rato de comenzar a caminar reconsideró su oferta. Para mi sorpresa, seguía siendo tan absurda que antes que ceder ante aquel conductor habría preferido salir a la calle con unas crocs.

Udaipur La India
De toda La India, Udaipur sea tal vez su ciudad más europea…
Udaipur viajar
Eso sí, con miles de motos y rickshaws que van y vienen sin descanso… 
La India viajar
Y algún que otro camello, por supuesto

Una de las cosas que llaman rápidamente la atención es que Udaipur tiene muchos menos ajetreo que las otras grandes ciudades de Rajastán, tal vez porque se encuentra fuera de la principal línea ferroviaria de Delhi. Y, al contrario que Delhi o Jaipur, uno no tiene la sensación de que esta ciudad haya ido creciendo de forma natural, irregular y espontánea, sino que parece construida de golpe, con sus vecinos, comercios y todo lo demás. Udaipur, rodeada por las colinas de Aravalli, está dominada por el Palacio de la Ciudad, que se eleva sobre las aguas empantanadas del lago Pichola.

Esa noche, después de algún tiempo, por fin pudimos vivir La India en una cama doble, dentro de una habitación bastante decente, con baño privado y vistas al lago. Estaba borracho de satisfacción. Pero, a la hora de dormir, estaba raro, me sorprendía tener tanto espacio. Casi llegué a sentirme como Tom Hanks en Naufrago cuando, tras años de soledad en la isla, al llegar a su casa prefiere dormir en el suelo que el confort de su cama.

Por la mañana, aprovechando la tregua momentánea que da el sol, se produjo uno de esos encuentros que hacen que un viaje aumente su atractivo. Bajando hacia el lago, nos detuvimos delante de un puesto de comida ambulante. Desde ese momento, cada día, Ángela y yo volvíamos para ver como nos preparaba cuidadosamente el té, como si nos hubiéramos criado en una granja amish. Disponía en un cuenco todas las especias (canela, clavo, jengibre, pimienta negra y nuez moscada) junto con el té negro, y lo mezclaba todo con la ayuda de un mortero. Llevaba 32 años ejerciendo el oficio, y según él, utilizar una cuchara de metal sería como mancillar el ritual. Y yo soy muy respetuoso con los rituales.

Palacio Udaipur La India
El Rajastán, tierra de palacios
Udaipur Palacio
Cuesta imaginar un palacio mejor conservado y más bonito que el Palacio de la Ciudad
Masala La India
El Señor del Masala

Lo cierto es que, unos años antes, gracias al sabor del té verde con menta, había cumplido una vieja aspiración juvenil: aficionarme al té. Lo había intentado, pero siempre sin demasiado éxito. Sin embargo, toda la liturgia alrededor de la bebida me tenía cautivado. Siempre me han resultado altamente reconfortantes esas casas en las que sus inquilinos almacenan cuidadosamente el té en cajitas de varios compartimentos, como si estuviesen guardando las hierbas mágicas que el Dr. Yang le receta a Mia Farrow en Alice.

Hace ya un tiempo, fui a un concierto de Vetusta Morla. Eso me inhabilita para opinar sobre lo que hagan los demás con su tiempo libre durante al menos los próximos diez años. Y os aseguro que ya no aguanto una cola ni para cobrar, pero habría dormido en el suelo por un vaso del chai de aquel hechicero. Siempre he llevado una vida de contradicciones.

La India viaje
Udaipur, como toda La India, es un festival de color
Udaipur Rajastán
¿La Venecia de Oriente?

De manera algo inesperada me dio mucha pena irnos de Udaipur, porque sentí que, de alguna forma, una pequeña parte de nosotros se quedaba allí. Sabía a final de viaje, y eso que estábamos prácticamente en la casilla de salida. Meses después, ya en casa, me propuse imitar la magia, y compré en una tienda especializada todo lo indispensable para preparar el masala. Tanto es así que, si llego a seguir haciendo caso a las sugerencias del señor de la tienda, termino comprando un remolque y una plantación en Darjeeling.

Y ahora, siempre que leo algo sobre el chai masala, de inmediato viene a mi memoria Udaipur. Porque siempre recordaré nuestros pasos a orillas del lago, con la certeza de saber hacia donde íbamos, imaginando cómo cada mañana aquel señor de pulso firme nos preparaba el mejor chai de La India. Y pensaré siempre en mi abuelo, la persona que me llenó la cabeza de historias y, sobre todo, de aspiraciones.

1 comentario en “Udaipur y el dulce sabor de La India

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