Una multitud de hormigas avanza en línea recta hacia un destino aparentemente conocido. De repente, algo perturba el orden establecido: se han desorientado y cruzan sus caminos en todas direcciones. La procesión se ha convertido en un bullicio descontrolado hasta que, poco a poco, se impone un nuevo orden. Pero la expedición ya no se dirige a ninguna parte. Ya no hay objetivo, marchan en un círculo sin fin y van cayendo, exhaustas, hasta que muere la última. El fenómeno, llamado Ant mill, podría relacionarse con nuestra visita a los templos de Bagan, en el centro de Myanmar.
En conjunto, conforman uno de los lugares arqueológicos más grandes del mundo, un espectáculo que rivaliza con las ruinas de Machu Picchu o Angkor Wat. Y es que el escenario es sublime: una llanura verde, parcialmente cubierta de palmeras y humedecida por el gris brumoso de las montañas distantes. Del dosel de la llanura se elevan muchísimos templos, cientos de ellos; siluetas de otro mundo que fueron construidas por los reyes de Bagan entre 1057 y 1287, cuando su reino fue arrasado por terremotos, Kublai Khan y sus mongoles.



La ‘Tierra de las Mil Estupas’ una vez tuvo más de 10.000 templos. Me gustaría que te tomases un segundo e imagines DIEZ MIL templos. ¿Lo has hecho? Entonces, podrás entender por qué era un objetivo tan goloso para las hordas mongolas, quienes lo saquearon reduciendo la población local a poco más que una aldea. Por falta de mantenimiento, miles de templos se vinieron abajo sin remedio. Pero, ¿quieres saber lo verdaderamente increíble? Más de 2.000 siguen en pie. Al verlos por primera vez, el asombro aflora como uno de esos acuerdos implícitos que no hay que verbalizar.
La mayoría están magníficamente conservados y han sido restaurados por la Unesco, y muchos contienen frescos y estatuas de Buda. Solo un puñado es visitado habitualmente, y aunque los vendedores ambulantes copan buena parte de ellos, este sigue siendo un lugar único. Debido a la amplitud de la zona y a los recursos limitados de Myanmar, tan solo unos pocos de los templos de Bagan tienen algún tipo de seguridad. Los visitantes son libres de recorrerlos a su aire prácticamente sin ningún control.



Por eso, cuando estuvimos allí, ya se prohibía escalar sus famosas pagodas. Porque somos así, se nos tiene que decir que no pongamos en riesgo tesoros arqueológicos. Las autoridades dieron marcha atrás en su día, cediendo ante las presiones de los operadores turísticos. Pero, motivados por la apuesta de convertir los templos de Bagan en Patrimonio de la Humanidad, rectificaron. Para obtener tal estatus, las autoridades deben demostrar que están tomando todas las medidas necesarias para proteger los monumentos.
Se habla poco de lo milagroso que es tener aeropuertos, supermercados y universidades siendo como somos. Un irlandés de 32 años fue sorprendido utilizando una punta de metal para grabar sus iniciales en el Coliseo, considerado una de las 7 maravillas del mundo. En 2019, un turista americano intentó robar un trozo de las vías del tren que conducían a Auschwitz. Unos meses antes, Andreas Hvid saltaba a la fama al publicar un vídeo en el que salía con una amiga escalando la pirámide de Keops; añadió una fotografía de ambos, en pelotas, en lo alto del monumento. Se notaba que aún no había llegado la fatiga pandémica.



Existen muchos ejemplos similares. Es muy sencillo imaginar a todas estas personas en su día a día, saliendo a comprar el pan, paseando al perro o cenando en familia. Y es inquietante pensar que en un momento dado el juicio se les nuble del mismo modo que lo hacen los cristales cuando se empañan. La vida sigue caminos que no existen hasta que los coges.
Cuidado con la gente normal. El remolino de hormigas puede servir como metáfora de nuestro propio comportamiento. Ocurre por no dudar y no tener sentido crítico. Creemos que vamos en la dirección correcta, pero hay muchas evidencias de lo contrario. Aunque eso sí, todavía disponemos de tiempo. Un montón de tiempo para que se nos recuerde que, sólo porque rara vez seamos la solución, no significa que nunca seamos el problema.