Reservoir Dogs es, en palabras de su autor, »una historia de un grupo de tíos que planean un atraco y donde todo lo que puede salir mal, sale mal».
Capricho de la geología, Malta está ubicada en mitad del Mediterráneo, lo que significa ser constantemente objeto de deseo. Fenicios, romanos, griegos, árabes o británicos tienen su historia en este minúsculo país. En mayo de 1565, cuando la cocina moderna se limitaba a la sopa servida en plato hondo, una respetable flota otomana, con unos 40.000 hombres al frente, comenzó el asedio a Malta. Los malteses se refugiaron tras sus murallas y tragaron saliva. Milagrosamente, resistieron la acometida.
La Valeta no iba a convertirse únicamente una fortaleza sino en una urbe cultural que albergaría algunas de las más bellas obras de los siglos XVI al XVIII en Europa. Ángela y yo nunca habíamos estado aquí, de modo que cuando llegamos nuestra opinión era como un lienzo en blanco. Al ver el puerto de la capital más pequeña de Europa, me acordé de uno de mis personajes de cómic favoritos, y pensé que tal vez el mundo haya perdido mucha magia y encanto desde los tiempos de las aventuras de Corto Maltés. El marinero galán y explorador pertenece a otra época, la de los grandes viajes, en la que nuestros héroes fumaban y no llevaban los calzones por fuera.



Al llegar a nuestro alojamiento, un palazzo del siglo XVI, comenzamos a caminar como si fuésemos dos pasajeros de primera clase del Titanic. Nunca hemos pisado alfombras tan mullidas como las del Palazzo Sant Ursula. Las piernas se hunden hasta los tobillos, y casi se nos traga la tierra, como a Ewan McGregor en Trainspotting cuando tiene una sobredosis. Además, una enorme escalera de caracol le confiaba al lugar ese encanto que se advierte en ciertas ilustraciones de los cuentos de hadas. Nuestra bienvenida fue guiada por un chico que recordaba a ese personaje de telefilm de Antena 3 que comienza ayudando a las ancianas a cruzar la calle y termina enterrando cadáveres en un bosque. Llevaba encima más llaves de las que un humano puede utilizar, de modo que al moverse parecía llevar consigo una armadura medieval. Un comienzo prometedor, sin duda.
A estas alturas, es muy difícil que alguna ciudad nos sorprenda, pero La Valeta es la honrosa excepción. Con rasgos de Jerusalén, Lecce o Ciutadella, no puede dejar a nadie indiferente. Calles estrechas, edificios devorados por el tiempo, ropa tendida en las fachadas… Para nosotros, la postal completa. Además, sobran lugares para ver el mar, tabernas con encanto y gente muy amable. Por favor, ¿algún voluntario para explicarme por qué razón no estamos viviendo en una isla del Mediterráneo?
Herencia de los británicos, en Malta se habla inglés, hay cabinas telefónicas de color rojo y se conduce por la izquierda, en teoría. En la práctica, creemos que influidos por sus vecinos sicilianos, se circula siempre muy deprisa por donde más conviene, sobre todo los autobuses. De todas maneras, los conductores nos resultan muy dóciles, especialmente si los comparamos con el conductor vietnamita medio. Ah, los viejos y buenos tiempos… Los malteses tienen todavía mucho que aprender.




Por suerte, el legado británico no ha llegado hasta la cocina, así que la comida no es un problema. La escena gastronómica de la isla es un fiel reflejo de su geografía. A tiro de piedra de Italia, a un corto viaje desde Grecia y no demasiado lejos de Oriente Medio, Malta es el hogar de una cocina que incorpora y mezcla platos de las tres regiones. Debido a mis limitados conocimientos culinarios, me parece imposible tratar de realizar un análisis más profundo sobre esto sin que acabe sufriendo un aneurisma cerebral, así que será mejor que lo deje aquí.
El legado monumental que acumula la capital de Malta hace de ella un museo al aire libre. La concatedral de San Juan es una locura barroca que recuerda a las ciudades del sureste de Sicilia; las ventanas de las casas te llevan a Venecia; el aroma de las cocinas te hace viajar a Túnez, y en los modales, los malteses beben, literalmente, de la escuela británica.
Al final del día, nuestro lienzo particular tenía tonos alegres y vistosos, pero también algún gris. La Valeta es uno de los puertos más frecuentados por los cruceros que navegan por el Mediterráneo. Imaginad la vida en una ciudad diminuta donde cada mañana desembarcan tres barcos del tamaño de Borneo. Son esa clase de cosas que nos hemos acostumbrado a ver cuando viajamos, pero son también cosas que tienen casi tanto sentido como un molino de viento en la Luna.



El asedio de Malta tuvo dos consecuencias manifiestas: a) se fundó la actual capital del país, La Valeta, llamada así en honor al Gran Maestre de la Orden de Malta, Jean de la Valette y b) he podido establecer una comparativa rocambolesca con una de mis películas favoritas de los ’90. Aunque estaréis de acuerdo conmigo en que pocos atracos no consumados han sido tan célebres como estos. Pero, entonces, en que quedamos, ¿fueron un éxito o un fracaso? Todo depende del prisma.
Al fin y al cabo, como siempre, la Historia queda como un lugar común repleto de interpretaciones contradictorias y a gusto del consumidor: la verdad es siempre un espejismo. Y si no, que se lo digan al señor Rosa.
Que fotos tan chulas y que entretenida tu crónica. Yo también soy fan del corto maltés.
Me gustaLe gusta a 1 persona
Gracias Horacio! La verdad es que nadie viste gabardina ni luce patillas como Corto Maltés, ya tenemos edad para empezar a asumirlo 🙂
Me gustaLe gusta a 1 persona
Pues si, pero lo chulas que son las patillas
Me gustaMe gusta
Es uno de mis destinos pendientes, y me has puesto los dientes largos 🙂.
Muy buen post, gracias!
Me gustaLe gusta a 1 persona
Me pareció una ciudad espectacular, Capitán. Sospecho que también te gustará. No te olvides el gorro, el sol es resentido 😉
Me gustaLe gusta a 1 persona
Tomo nota, gracias!
Me gustaMe gusta
Es una de las joyas del Mediterráneo, no olviden visitar Mdina, tan silenciosa como hermosa😉
Me gustaLe gusta a 1 persona
Hola! Nos gustó mucho Mdina, pero la fiebre de Juego de Tronos acabó con el silencio, me temo 🙂
Me gustaMe gusta