Cádiz o cuando lo viejo está de moda

Hoy en día hay quienes compran zapatillas de Golden Goose que parezcan muy desgastadas, como si fuese una muestra de estatus: intentan transmitir algo así como que no les importa demasiado la marca. “Son solo un par de zapatillas, qué más da cómo se vean». Al viajar a Cádiz, uno cae en la cuenta de que la ciudad parece hacer lo mismo con sus viejas construcciones, mandando un mensaje a los forasteros: “Esto es Cádiz, las apariencias no son tan importantes”.

Mis recuerdos de la pandemia están ligados a los días en los que descubrí que el teletrabajo estaba sobrevalorado y a las noches que pasé atiborrándome de pizzas congeladas. También a alguna escapada esporádica al Sur de España. Hicimos un road trip a través del salvaje Cabo de Gata; nos hartamos de comer tapas en Almería; visitamos La Alhambra en Granada completamente vacía; viajamos con Valentina por primera vez en tren, a Córdoba. Pero Cádiz siempre estuvo un poco demasiado lejos.

Malecón Cádiz
Y pon fin, Cádiz
Plaza de San Francisco
La Plaza de San Francisco, uno de nuestros rincones favoritos

Fundada hace más de 3.000 años, la ciudad más antigua de Europa occidental fue en su día hogar de una asombrosa variedad de civilizaciones, que abarcan desde los fenicios, griegos o visigodos hasta romanos y árabes. Desde la estación de tren es fácil caminar a casi cualquier lugar, siempre que no haga demasiado calor. En Septiembre, lo hace.

A primera vista las calles se ven decadentemente atractivas, como en una ciudad siciliana, ​​y son tan angostas que la mayoría de los vehículos caben por centímetros.  La historia de Cádiz es la de una ciudad marcada por su estratégica situación militar y comercial, el lugar idóneo para todos aquellos barcos que llegados desde Oriente, decidían hacer un alto en el camino antes de partir hacia mundos desconocidos. Quizá por ello, en Cádiz uno se siente como en casa. Pocos personas tan hospitalarias como los gaditanos. Siempre con una sonrisa, algo que se aprecia -y se valora- enseguida. 

El Mercado Central, una lonja de abastos recientemente reformada pero cargada de historia, con sus puestos de pescado, marisco y fruta, es fundamental para un primer contacto con los grandes clásicos: cazón en adobo, pescadito frito y sobre todo, atún, la religión predominante. Nada de esto convenció demasiado a Ángela, ni por asomo. Cuando algo le disgusta, lo hace de forma espectacular, como en esas demoliciones controladas de los rascacielos. Ves cómo el edificio se viene abajo y no puedes hacer nada al respecto para remediarlo.

Cádiz viejo
¿Me estás llamado viejo?
Cádiz qué ver Anfiteatro romano
En su momento, el teatro romano tenía capacidad para albergar a más de 10.000 personas
Catedral de Cádiz
La Catedral, poseída por la luz bajo el sol del mediodía

Un rato después, Valentina probó el helado por primera vez. Lo primero que tengo que decir es que me ha escandalizado el precio. Ya es oficial: ha muerto mi niño interior. En lo que respecta a Valentina, por ahora, no es alguien que enseñe demasiado sus cartas. Es como un acertijo enorme envuelto dentro de una misteriosa caja de cartón. Solo sabemos que le gustan los biberones muy calientes y las zapatillas con tiras adhesivas. Cuando crees saber algo de su persona, se desmarca por completo con alguna decisión extraña. Pero ni siquiera ella puede resistirse a un buen helado de chocolate en pleno verano.

Al atardecer, dimos un paseo desde el barrio del Pópulo, cuyo origen se remonta al siglo XIII, hasta La Caleta, que más que una playa, es una forma de vida. Las fortalezas junto al mar y los edificios coloridos recuerdan mucho a La Habana, y eso son palabras mayores. Lo mismo pensaron los productores de ‘Muere otro día’, de la saga James Bond, cuando una inolvidable Halle Berry sale del agua, en lo que supuestamente es Cuba.

Pópulo Cádiz
Destellos de nuestra querida La Valeta, en el barrio del Pópulo
La Caleta Playa
Cuando siempre es la primera vez

El yacimiento arqueológico de Baelo Claudia data del siglo II a. C. y es uno de los asentamientos romanos mejor conservados de España. Baños antiguos, un teatro, un templo, un foro, acueductos, espectaculares vistas al mar… Fue construido sobre un asentamiento fenicio anterior y fue una de las principales fuentes de producción de la famosa salsa de pescado gárum del imperio. Después de un fuerte terremoto, fue abandonado paulatinamente, hasta que fue descubierto muchos siglos después bajo la arena.

Reservamos una mesa en el restaurante Otero Bolonia, justo al lado de las ruinas, para celebrar mi cumpleaños. Todo era perfecto, el sol brillaba esplendoroso y el mar era de ese azul tan celeste que deban ganas de quedarse a vivir en él. A traición, como en una novela de Patricia Highsmith, me asaltó un dolor de cabeza tan grande que me impidió probar bocado. Durante un buen rato negué con la ferocidad de un terraplanista, pero el dolor no se fue. Lamenté mi mala suerte, y me acordé de aquella frase de ‘Parásitos’: »¿Sabés cuál es el plan que nunca falla? No tener ningún plan. Porque si tienes uno, la vida nunca funciona así».

Baelo Claudia Cádiz
Los romanos, una garantía de patrimonio
Baelo Claudia
Los días al Sur

En nuestro último día, antes de salir hacia Conil de la Frontera, ya tenemos claro que si hay un lugar en el mundo en el que dejarse llevar, ese es Cádiz. Nos dejamos caer por el emblemático barrio de La Viña y todo fluye, especialmente el Jerez. Ya sabéis, “Donde fueres, haz lo que vieres”. Al mediodía, veo la Catedral igual de imponente que la primera vez, y siento prenostalgia por esta ciudad. Sé que al irme la pena va a ser tal que me la tengo que ir administrando en cómodos plazos, como el pago de un teléfono móvil.

Hace unos días leí que la vida se divide en dos: la parte que está por delante y la parte que está por detrás, y algunos días no sabes a cuál atender. Ambas logran mantenerte ocupado. Seguramente tampoco se puede viajar sin nostalgia, así que no queda más remedio que afrontar las cosas nuevas sin dejar de saborear las viejas.

1 comentario en “Cádiz o cuando lo viejo está de moda

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