Katmandú o viajar al boulevard de los sueños rotos

‘Sunset Boulevard’, del genial Billy Wilder, retrata el imparable declive de Norma Desmond, una actriz que vivió días de esplendor en Hollywood y ahora se niega a reconocer que la gloria y la fama quedaron atrás. No es demasiado mayor ni demasiado joven, simplemente, el tiempo le pasó por encima. Al viajar a Katmandú en años recientes, uno podría haber tenido una sensación parecida.

Para los que nos gusta viajar, el solo nombrar Katmandú trae un deseo irrefutable de visitarla. El recuerdo de un mundo perdido, cuando la ciudad era parte del ‘Hippie trail’, en el que los occidentales buscaban romper con las normas establecidas atraídos por la mezcla de templos, callejuelas, santuarios, estatuas, ráfagas de incienso y hachís. Hoy, somos recibidos por una sinfonía de tráfico delirante, campanas de templos resonando, palomas arrullando y ecos del omnipresente mantra budista om mani padme hum. Encontrar algo de sosiego en esta ciudad equivale a encontrar una tina de vidriagón.

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¿Qué hay de nuevo, viejo?
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El amanecer; la calma antes de la tormenta

Y es que Katmandú es una urbe imprevisible. Da la sensación de que toda la población se puso de acuerdo para hacer la mudanza el mismo día. Porque las mudanzas continúan tiempo después de terminarlas. En la última que hice, me pasé una semana buscando la caja de los calcetines. Del mismo modo, las calles de Katmandú no parecen seguir orden alguno. Cada cual se estableció cómo y dónde le parecía. No hay aceras, ni asfalto, ni semáforos. Por no haber, no hay ni alumbrado público.

El autobús que nos condujo hasta aquí se alejó como se alejan las latas de un coche de recién casados, haciendo ruido y preguntándose cuánto durará la alegría (La experiencia de una carretera nepalí no se olvida. Resulta altamente recomendable si eres aventurero o crees que después de la muerte hay más vidas). Así llegamos a Thamel, la burbuja mochilera donde se concentran la mayoría de alojamientos, bares y agencias de trekking. Tanto, de todo, que abruma. Decía Nietzsche que »La mentira más común es aquella con la que un hombre se engaña a sí mismo». Quien haya estado en Thamel, como en tantos otros lugares de Asia, habrá visto barrios enteros engullidos al pie de la letra por esa afirmación.

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Para orientarse, nada como venir a Asia
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Bhaktapur, una genialidad a tiro de piedra de Katmandú
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Por ahí se ven cosas tan bonitas que ya no sé si en realidad las soñé 

Viajar a Katmandú, además de libertad, hachís y las montañas más altas de La Tierra, evoca también tragedia. El centro de la ciudad es-todavía- un amasijo de escombros provocados por aquel fatídico terremoto que dejó su patrimonio severamente castigado. Cualquiera diría que Katmandú, como algunos faraones, quiso se enterrada rodeada de los suyos y de sus riquezas. En muchos lugares, el panorama es realmente doloroso.

Muy cerca de la histórica Plaza Durbar, se puede visitar la casa de la Kumari de Nepal, la deidad femenina suprema que veneran hindúes y budistas en el país del Himalaya desde hace 500 años. Admito que me sentí contrariado. Y es que la diosa Kumari no dejaba de ser una niña de cuatro años. Me la imaginé de mayor, arruinada, acumulando libros de Cienciología y negociando un contrato para ir a Gran Hermano, preguntándose por qué sus padres le habían privado de una infancia ordinaria.

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Con las palomas ocurre lo mismo que con el Trap; cuando queramos reaccionar, ya será tarde
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Una vuelta al mundo en tuk tuk; sueños de ayer y hoy
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Un poco de color en estos días grises

Cuando pienso en los encuentros casuales que hemos tenido en nuestros viajes, me viene a la mente el dominó. Cada efecto tiene su causa, como si el tiempo conspirara deliberadamente para establecer una serie de acontecimientos que nos empujan al presente, como si ningún encuentro sucediera realmente por casualidad. Así conocimos a tres chicos de Barcelona, casi vecinos, haciendo el trekking por el Annapurna, y con los que volvimos a coincidir en Boudhanath, un pequeño pueblo anclado dentro de esta enorme ciudad.

En Boudhanath la vida gira, literalmente, en torno a una estupa, un enorme montículo blanco coronado por una torre de oro reluciente y, pintados en colores brillantes, por sus cuatro lados, los ojos de Buda que todo lo ven. Pienso en Buda adaptándose a los nuevos tiempos, descifrando con la mirada el significado del cartel que reza que ‘El uso de drones está estrictamente prohibido’. Sin embargo, imagino que muchas cosas de Boudha no han cambiado con los años: la estupa más grande Nepal sigue siendo el lugar de peregrinaje para los budistas tibetanos de Katmandú.

En la cima de una colina al oeste del centro de la ciudad, se levanta Swayambhunath, otra estupa bajo banderas de oración con vistas al valle de Katmandú. Este sitio de casi 1500 años completamente dominado por los monos, es un lugar donde respirar aire limpio en una ciudad ahogada, no solo por vehículos motorizados, sino también por basura, contaminación, peatones, ganado y perros callejeros.

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Swayambhunath: monos al poder
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Llámame Buda, llámame Sauron
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Los peregrinos tibetanos encIenden velas de mantequilla y recorren la estupa Boudhanath en su kora diaria

En mi opinión, una de las formas más eficaces de distinguir si una ciudad vale la pena no es sólo valorándola por sus virtudes, ni tampoco por la emoción que te produce en el instante, sino en aquello que te sugiere tiempo después de irte. Y al viajar a Katmandú, el tiempo que tenías pensado estar siempre te parecerá poco.

Sabiendo que no hay mayor crueldad que ser testigo de nuestra decadencia, Norma Desmond le recuerda a los que dicen que fue una gran estrella: »Yo soy grande, es el cine el que se hizo pequeño». Ella sigue soñando con un gran director y un regreso triunfal.

Supongo que en la vida lo importante es ser capaz de reinventarse. Hagas lo que hagas. A veces es difícil. Pero lo importante es seguir adelante. El humorista Steve Martin dijo aquello de »Sé tan bueno, tan necesario, que no puedan ignorarte». Y Katmandú es incapaz de pasar desapercibida, aunque tenga que comenzar desde los cimientos.

*Este post fue escrito originalmente en Noviembre del 2017

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