Annapurna. Capítulo uno: Pokhara

Durante mi adolescencia jugaba al fútbol con mis amigos los fines de semana. Si el partido caía en sábado, le plantábamos cara a cualquiera, pero cuando había que presentarse en el ring un domingo, después de dormir -con suerte- tres horas, la crónica cambiaba bastante. Cada día se desarrollaba igual. Antes del partido, me convencía de que teníamos una posibilidad de ganar. Cuando llevábamos jugados diez minutos, y algún rival me había ganado ya tres balones divididos como una gacela con abuso de anfetaminas, caía en la cuenta de que sería muy complicado. En otras palabras, sentía con respecto a los partidos de fútbol lo que sentí hace unos días al llegar a las inmediaciones del Annapurna, en Nepal. Nada más comenzar, sabía que lo que estaba haciendo tenía pocas posibilidades de acabar bien.

Después de apurar un mes y medio en La India, lo cierto es que la cabeza nos suplicaba una tregua. ¿Sabéis cuando a veces tiramos los tomates de la nevera no porque estén caducados, sino porque estamos cansados de verlos? Pues los indios serían los tomates y Nepal, nuestra nevera.

Frontera Sunauli
La ansiada frontera nepalí, cruzando por la ciudad de Sunauli

Después de dejar atrás la increíble Varanasi, conseguimos cruzar la frontera nepalí con casi cinco horas de retraso, un último guiño a nuestra paciencia por cortesía de la red de ferrocarriles India. Debido a esto, pasamos la noche en la -posiblemente- peor guesthouse de todo Nepal. Un sarcófago infestado de mosquitos que olía a sudor de caimán, con dos pequeñas rocas de granito que hacían la función de camas. Además, la puerta de la habitación daba directamente a la calle (en realidad, al aparcamiento). Llevamos muy poco tiempo aquí, pero las primeras diferencias con respecto a La India son evidentes:

1. Nepal es un país bastante más caro.

2. Se ve el cielo despejado. Aunque parezca una tontería, después de un mes y medio cubiertos por un espeso manto de polución, se extraña.

3. Regatear no es una práctica tan habitual. Y cuando se prestan a hacerlo, son mucho más firmes en su postura. Sí, pero poco.

4. Es mucho más fácil conseguir alcohol. Aquí no solo no se esconde su venta, sino que se publicita por todas partes. La cerveza Tuborg, la que más.

5. Con un propósito meramente enfático ruego que me dejéis recalcar que la puerta de nuestra habitación daba directamente al aparcamiento.

Pokhara
Tras visitar La India, Nepal nos pareció el lugar más limpio del planeta

Salimos por la mañana, muy temprano, pues nos esperaba un día apoteósico, nueve horas en autobús local hasta nuestra siguiente parada: Pokhara. No teníamos dinero nepalí para pagar, porque a esa hora los cajeros todavía estaban cerrados, pero nuestra imagen de actores en paro fue suficiente para convencer a aquellas personas de que les pagaríamos en cuanto diésemos con alguno de camino. En aquel momento estaba pensando, ‘’¿cómo es posible tardar tanto tiempo en cubrir apenas 200 km de distancia?’’

En cuanto llevábamos diez minutos de trayecto vimos que los baches iban a ser un problema. Si teníamos alguna esperanza de dormir, la carretera nos abrió los ojos enseguida. Todo el camino era una zanja. En un momento dado, el conductor se giró y me hizo una señal. Me acerqué a él y entendí: ‘’Money. 10 min, come back’’, al tiempo que me hacía señales para que bajase mientras él daba la vuelta. Sin pensarlo, me bajé del autobús, decidido a sacar efectivo. Mientras veía alejarse el autobús en aquella carretera perdida en la nada, pensaba ‘’ahí van Ángela, mi equipaje y mi teléfono’’.

Tras comprobar que el cajero no funcionaba me senté a esperar, con 20 rupias en el bolsillo. 5 minutos. 10 minutos. 15 minutos. Preguntas.  20 minutos. 25 minutos. Nervios. 30 minutos. 35 minutos. En el momento en el que la histeria llamaba a mi puerta, apareció el autobús. ‘’¿Money?’’ me preguntó el conductor. No hizo falta ni que contestase cuando vio mi cara.

Lumbini Pokhara
El saltamontes deluxe. Las gallinas del techo no fueron las únicas que pasaron miedo aquella tarde

Mientras seguíamos nuestro camino en el saltamontes, reparé en un detalle justo cuando dejábamos atrás la estación de autobuses. El tipo que iba a mi lado del pasillo se santiguaba como si fuésemos a atravesar una tormenta en un ala delta de papel. Sinceramente, yo no creo en Dios, ya que ni tengo ni he tenido indicio alguno de su existencia. Para mi, Dios está en las cosas. En la voz de Jeff Tweddy. En el séptimo Gintonic. O tal vez en el último rollo disponible de papel higiénico. Y también en el líquido de frenos de aquel autobús.

Porque enseguida comprendí la actitud irracional de aquel hombre. La carretera que nos llevó desde Lumbini hasta Pokhara es similar a una boda gallega: se disfrutaría mucho más si supieses de antemano que saldrás vivo de ella. El menú nupcial se componía de: un camino lleno de baches que serpenteaba a través de las montañas, un conductor demasiado seguro de sí mismo, barrancos de cientos de metros completamente desprotegidos y a mi parecer, el 90% de las curvas más peligrosas del planeta, sin señalización alguna.

Después de hacer unas seis veces balance de lo que había sido mi vida, alrededor de la media tarde, todavía no sé cómo, llegamos. La ciudad está situada a orillas de un precioso lago rodeado de montañas, donde pequeñas casitas se amontonaban a lo ancho del terreno. Por un momento creímos estar a orillas de alguna ría gallega, de no ser por un pequeño detalle que asomaba por el otro costado: la cordillera del Himalaya. Evidentemente, este rincón de la ciudad nos gustó mucho. El centro, en cambio, no tiene mucho que ofrecer más allá de la típica imagen de ciudad artificial, tantas y tantas veces vista, orientada exclusivamente a los turistas. Solo hay hoteles, restaurantes, casas de cambio y tiendas llenas de ropa North Fake.

barcas en Pokhara

Nepal

Pokhara alojamiento
Tienes que tener muy mala puntería para no encontrar alojamiento en Pokhara

Aprovechamos nuestros días aquí para organizar nuestro trekking por la montaña. Una vez que tuvimos perfilada la ruta, y dado nuestro presupuesto y nuestra vastísima experiencia en expediciones a montañas de más de 8.000 metros, convenimos salir sin guía ni sherpa. Sacamos nuestros permisos de boy scouts en la oficina de turismo y llenamos nuestra mochila con un mapa, tres mudas de ropa falsificada, gafas de sol, muchas chocolatinas y pastillas para potabilizar el agua que encontrásemos por el camino.

Estábamos listos para asaltar el Annapurna.  

Annapurna permisos Base Camp
Dos leyendas del alpinismo moderno con sus flamantes permisos de trekking en Nepal 
Trekking Annapurna Nepal
Teníamos un largo camino por delante, pero estábamos decididos a llegar al Annapurna Base Camp

5 comentarios en “Annapurna. Capítulo uno: Pokhara

  1. mis queridos sobrinos !!!!!esta esperiencia sera unica . se me pone el bello de punta …!!!! Hole vuestro valor d viajar x esos mundos tan lejanos !!!cuidaros y a seguir bss

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    1. Hola! En eso estamos, de momento sin queja, y que dure! 🙂 Un beso!

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