El otro día tomé una de las decisiones más arriesgadas que un ser humano puede tomar en la vida: me fui de un grupo de Whatsapp. Bueno, es algo más que eso. En realidad, subí a un volcán activo. Dicho así, suena muy peligroso, pero un trekking al Volcán Etna no deja de ser una actividad más propia de un boy scout que de un explorador: hay tanta gente en las inmediaciones que recordamos de pronto nuestro paso por la Gran Muralla China.
Sicilia era solo un satélite del imperio griego, pero el Monte Etna obviamente tuvo un gran impacto en su imaginación, porque fue el lugar de nacimiento de muchos de sus mitos. Antes de que apareciesen los X-Men, Perséfone, hija de Zeus, ya se había adentrado en el inframundo. Para los griegos, este era el reino de Hefesto, Dios del fuego, y el hogar de los cíclopes, criaturas de un solo ojo.

Actualmente, el Etna es el volcán activo más alto de Europa, y la mayor atracción natural de Sicilia. Inició su actividad volcánica más reciente el pasado 14 de Julio, y desde entonces no ha parado. Normalmente escupe poco más que emisiones gaseosas y erupciones de vapor relativamente pequeñas. No obstante, a veces se producen explosiones más serias, que obligan a cerrar temporalmente los aeropuertos de Catania debido a las altas emisiones de ceniza. Y en ocasiones, las cosas se ponen feas de verdad, como cuando destrozó la estación turística de Piano Provenzana, así como parte del Refugio Sapienza.
Se eleva hasta los 3.342 metros de altura, y su actividad lo ha convertido en un imán para los vulcanólogos. Es un lugar extraño y misterioso, con una piedra negra de un color tan oscuro que parece que alguien acaba de pasar por la superficie de la luna con una excavadora. El ascenso al monte Gallo, al oeste, conduce al Refugio de la Galverina, un bosque de robles, abetos y pinos que rodea gran parte del volcán.
El Etna es un volcán de »múltiples humos», lo que significa que no hay un único cráter central, por lo que puede producirse una erupción en cualquier parte. Debido a que el volcán todavía está activo, el entorno cambia constantemente. Ha creado un paisaje desolado y apocalíptico, pero a tiro de piedra encontramos suelo increíblemente fértil, donde florecen y crecen desde vides hasta tomates. Por algunos de estos caminos tienes la oportunidad de ver liebres, puercoespines, serpientes e incluso gatos monteses. También a la única avispa del mundo que debe vivir por encima de los 3.000 metros, que por desgracia fue a parar a la mano de Ángela.
Los excursionistas son atracados cuando llegan a las inmediaciones del parque. Primero, como es habitual en Sicilia, pagando por una plaza de parking. En cualquier lugar que pueda tener cierto interés turístico, es muy difícil aparcar gratis. Las únicas plazas ‘libres’ se rigen por códigos que solo los sicilianos conocen, y son recelosos a la hora de compartir dicha información. (Incluso si están dispuestos a compartirla, puedes obtener múltiples respuestas para la misma zona de aparcamiento, dependiendo de la experiencia personal de cada uno).
El principal itinerario hasta la cumbre sale desde el aparcamiento y asciende por laderas de pendientes moderadas hasta llegar a los 2.500 metros de altura. El servicio de funicular te sube y te trae de vuelta por un disparate (60 euros), aunque puedes reducir el precio a la mitad si caminas desde ese punto hasta el Refugio del Filósofo, a 3.000 metros, y vuelves a bajar a pie desde allí (esta fue la opción que elegimos nosotros). Desde el Refugio se ve perfectamente el gran domo que forma la cumbre principal. Para el escarpado ascenso final, debes contratar los servicios de un guía privado, ya que el acceso por libre está completamente prohibido (un cartel advierte del peligro de explosiones del volcán, por lo que conviene informarse bien del tipo de actividad reciente).
Como decía al comienzo del relato, habitualmente acercarte a un volcán activo no es una buena idea para pasar la tarde; es como si una manada de lobos celebrase la invención de la escopeta. Pero un trekking al volcán Etna es una actividad muy placentera, sobre todo en verano, cuando vas ligero de ropa (por si hay que salir corriendo) y te acostumbras a las pequeñas erupciones que se van sucediendo en el interior. ¡BOOM! La primera vez nos pilló tan desprevenidos que casi nos arrepentimos de haber desayunado. ¡Boom! ¡BOOM! Así durante un buen rato, hasta que le acabas prestando la misma atención que a la megafonía de una estación de autobuses: la justa para saber si ocurre algo.

Para ser honesto, no sé que nos incita a estar aquí arriba. ¿Curiosidad? La mayoría de gente no la tiene. ¿Ganas irrefrenables de aventura? Por naturaleza, el hombre es un ser sedentario. ¿Necesidad de sorprendernos cada cierto tiempo? Puede ser; aquellos que dejan de asombrarse, quizá estén vacíos por dentro. El caso es que aquí estábamos, ascendiendo por una montaña de rocas erosionadas por el viento, sobre una tierra gris, quemada, convertida en ceniza. El olor a azufre se vuelve muy intenso a medida que asciendes, y las nubes del mismo gas dificultan un poco la respiración.
Cuando finalizamos el trekking al volcán Etna, y llegamos a la cima de uno de los cráteres, nos temblaban las piernas, aunque no tanto como cuando cometimos aquella estupidez de subir al Annapurna. Encontrar placer en el hecho de subir a una montaña es un tanto extraño pero, ¿no lo es también considerar incomestibles los Big Macs, cuando millones de personas los comen a diario?
Al final, cada cual se castiga con lo que mejor le parece.
Emoción e intriga hasta el final. Bonito relato, Javi contra el volcán.
Un beso y feliz semana.
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Gracias, Horacio! Una semana subes a un volcán y a la siguiente haces cola en la caja del Mercadona. El ciclo de la vida 🙂 Un abrazo!
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