El cálido corazón de Malawi

Hay una escena en Braveheart en la cual los soldados de William Wallace están esperando el ataque de las hordas inglesas. Mientras sus hombres esperan para enfrentarse a los guerreros que se aproximan, Wallace grita: “Aguantad ¡Aguantad! ¡AGUANTAD!”. Sabe que a los suyos les irá mejor si no les entra el pánico, si todo el mundo deja de lado sus aspiraciones por el bien del grupo y se ciñen al plan.

El africano medio sería uno de los hombres de Wallace. El europeo medio sería uno de los ingleses gritones. Si algo se necesita para viajar por África es paciencia, cosa de la cual nosotros carecemos completamente. Al menos, no a su nivel. Viajar con poco presupuesto en África significa que has de confiarlo todo a la red de transporte local porque todo lo demás, es un lujo. En estas circunstancias, el europeo es presa del tiempo. El africano jamás se preocupa por él, puede pasar horas en completo estado de hibernación.

Si quieres ir, pongamos nuestro caso, desde Lilongwe, la capital, hasta Monkey Bay, tienes un autobús que sale a las 6:00 en punto de la mañana. A las 7:00 todavía estábamos allí. Y a las 8:00, de modo que le pregunto al tipo de al lado. »Me han dicho que hasta las 9:00 no salimos», dice. A las 9:30 no aguanto más, me levanto y voy a hablar con el conductor. »¿Hay algo que debamos saber?» Enseguida me doy cuenta de lo estúpido de mi pregunta. No nos iremos de aquí hasta que el autobús se llene. »A las 10:00 salimos hacia Monkey Bay, tranquilo» contesta. Entonces volveré a preguntar y me dará otra media hora de margen. Podemos estar así todo el día. Por fin, a las 11:20, con más de cinco horas de retraso, y con el ánimo cercano a la desesperación, nos pusimos en marcha.

Malaui al amanecer

Mufasa Monkey Bay

Playa lago Malaui

Local Lago Malaui

Cuando llevábamos media hora de viaje, el autobús se hizo a un lado de la carretera y estacionó en un descampado. »¿Y ahora qué?» volví a preguntar. La respuesta, tras hablar con el conductor, nos sitúa de inmediato en el mapa. »El presidente de Malaui acaba de aterrizar en la ciudad, de modo que todos los vehículos tienen que dejar la carretera libre mientras él la recorre desde el aeropuerto hasta su casa». Pensaréis que me lo invento. Ojalá. Allí estábamos, autobuses, coches, bicicletas y demás familia, varados en el arcén, esperando a que el jefe de estado cruzase la única vía asfaltada que conectaba con la ciudad.

Al cabo de treinta minutos, pasó la comitiva presidencial. El resultado de tal despropósito fue el siguiente: 23 jeeps, 12 motocicletas de policía y 2 camiones del ejército, además de un atasco antológico cuando todo el mundo reanudó la marcha al mismo tiempo. Las conclusiones más evidentes son a) si necesitas toda esa escolta para moverte en tu propio país, algo debes estar haciendo mal y b) con semejante gestión de los recursos, no es de extrañar que Malaui sea una de las naciones más pobres del planeta.

Viajar por los caminos de Malaui es una tarea pesada, una lotería perpetua y una incógnita continua. Sobre el terreno, lleno de polvo, baches y hoyos, avanzamos muy lentamente. Hacer 50 kilómetros puede llevarte alrededor de dos horas… ¿llegaremos o no? Los autobuses locales, oxidados y absorbidos por el tiempo, se estropean a menudo, y para conseguir piezas de repuesto, hay que regresar a Lilongwe. Salimos y atravesamos la carretera pero, cuando y cómo llegaremos son preguntas que no tienen respuesta.

Cuando estaba a punto de quedarme dormido, una maleta de unos ocho kilos aterrizó sobre mi cara. Un contratiempo terrible, pues por un momento temí que mis planes para embarcarme en una carrera como modelo profesional después de ser incluido en la categoría de grandes exploradores de la historia estaba en serio entredicho. Afortunadamente, la herida desapareció a los pocos días sin dejar rastro. Y, aunque finalmente las cuatro horas de viaje se convirtieron en once, como nos habían prometido, llegamos.

Mujeres lago Malaui

Camino a Mufasa Lodge

Relax lago Malawi

Cape McClear Malawi

Mufasa Lodge

Jugando en lago Malaui

Monkey Bay no acogió con una alegría inusitada, como si fuésemos los invitados que estaban esperando desde hacía largo tiempo. Al poco rato de llegar, supimos que habíamos acertado. Tanta hospitalidad desinteresada hizo que recordásemos los días de Birmania, y de repente, todo el cansancio de los últimos días se esfumó. África puede asfixiar pero, si aguantas los primeros contratiempos, te recompensa con creces.

Lo mejor que puedes hacer por aquí es salir a caminar sin prisas, recorriendo la ladera de la montaña y bajando a visitar los pueblos de pescadores que bordean el lago, aquellos que no salen en los mapas ni en ninguna guía de viajes. A su llegada, el doctor Livingstone describió este lugar como un «lago de estrellas», refiriéndose a los cientos de barcos de pesca que navegan durante la noche, con las linternas visibles desde la lejanía. Se trata del noveno lago más grande del mundo y alberga más especies de peces que cualquier otro del planeta. Al amanecer, reluce la como la plata. Al atardecer, arde en oro pulido. Son las mejores horas para hacer cualquier cosa en África y, muy especialmente, aquí.

Lago Malaui Atardecer

Mejor pueblo África

Sonrisas eternas en África

Mejor lugar del lago Malawi

Cape McClear atardecer

Los niños se cuentan por miles. Cuando vimos a dos de ellos jugar con un preservativo inflado a modo de globo comprendimos porqué. Lo habitual es que cada uno tenga cuatro, seis u ocho hermanos. Anunciar un embarazo en casa es tan frecuente como el grito de guerra que todos los niños hacen al vernos: »¡Muli bwanji!» (¿Cómo estás?). Jugando cada día con ellos alrededor del lago, comprendimos enseguida por qué se publicita Malawi como el ‘Cálido corazón de África’. Se debe tanto a la ubicación como a la naturaleza genuinamente amistosa de sus habitantes.

No lo supimos hasta días más tarde, pero las cosas empezaron a torcerse allí mismo.

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